El
semanario satírico Charlie Hebdo ha publicado unas viñetas
satíricas sobre el Islam, y dicen que en el interior sobre Mahoma. Y
como consecuencia, el gobierno francés ha tenido que cerrar
embajadas y centros culturales y escolares.
El
Islam está molesto con las viñetas y yo estoy molesto con el Islam.
Por todo el fanatismo que genera, por todas las brutalidades que se
hacen en su nombre.
En
los países democráticos hay menos fanatismo, pero el egoísmo no
falta. Es por eso que no se toma en serio a los países islámicos.
En la medida en que el miedo que genera ese fanatismo es controlable,
se prefiere mirar hacia otra parte y no provocar. En ese sentido, el
ministro francés de Exteriores se ha permitido el lujo de criticar
al semanario, tildándolo de poco inteligente. Según este ministro,
al final no podremos decir ni siquiera que va a llover, porque puede
cabrearse algún fanático.
Lo
que tienen que hacer los países democráticos es diseñar una
estrategia común frente a los totalitarios. Con respecto a los
islámicos tienen una medida muy fácil de tomar y muy conveniente,
que consistiría en prohibir la religión islámica mientras no
exista libertad religiosa en los países que la tienen como religión
oficial.
Con
ello se haría una gran favor a los habitantes de esos países, pues
sus dirigentes usan la religión para sojuzgarlos y mantenerlos en la
Edad Media. Con esta medida, los inmigrantes tendrían mayor libertad
para tomar un trago de vino de vez en cuando, cosa que hace que la
mente acepté mejor las cosas nuevas, y comer un bocadillo de
longaniza a la brasa, por ejemplo, cuya ingesta reconcilia con el
mundo.
Pero
lejos de tomar medidas que benefician a todos, los dirigentes de los
países democráticos prefieren esconder la cabeza en la arena, hasta
que llegue el momento en que no podamos salir de casa, por si me
molesta el mundo islámico porque hemos pisado el suelo y el suelo es
de Alá.
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