La pregunta de rigor, a la vista de la situación de las farmacias valencianas, es la siguiente: ¿Hará huelga la farmacia de la mujer de Camp? Unas pocas decenas no la hacen y supongo que entre ellas estará esta farmacia.
Supongo también, salvo que alguien me demuestre lo contrario, que no sería correcto que la hiciera, puesto que fue el propio Camps quien dejó vacías las arcas de la Generalidad Valenciana. No digo que se haya llevado el dinero a casa, sino que se lo ha gastado todo.
Los delirios de grandeza, tan propios de los ineptos, suelen tener malas consecuencias. Cuando se tienen a cuenta del dinero de los demás, las malas consecuencias las sufren los demás. Dicen que el tal Camps goza de los privilegios de los ex presidentes. Además, lo han acomodado en el innecesario Consejo Jurídico Consultivo, con las prebendas propias del cargo. De modo que se da el caso de que quienes necesitan un medicamento han de pasar las de San Amaro para conseguirlo, mientras que al culpable de que las cosas sean así le lleven su salario a casa.
¿Cómo es posible que alguien tan manifiestamente incompetente como Camps llegara a ser presidente de la Generalidad? En algo tuvo que ser competente claro. En este caso, en su capacidad de disimulo. En ningún momento, mientras fue presidente, se dio cuenta Zaplana del odio que le tenía Camps, porque de haberlo sabido no le hubiera consentido que llegara hasta ahí. Vino a enterarse cuando el mal ya estaba hecho y a continuación vimos que a los meapilas les está permitido odiar, porque si en algo ha sido eficiente Camps, además de en el disimulo cuando tocaba, es en liquidar al zaplanismo. No obstante ese odio manifiesto, Camps es muy amigo del arzobispo, con el que tiene largas charlas. Es de común dominio que el ex presidente no admite que le lleven la contraria, por lo que no probable que le arzobispo le haya dicho nada sobre el particular.
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