lunes, 5 de noviembre de 2012

La sensibilidad de los banqueros

Andan inquietos los banqueros últimamente porque algunos cuando van a ser desahuciados se suicidan, y eso daña a la imagen de los bancos.
Puesto que no pueden prohibir los suicidios (bueno, ya están prohibidos, pero los suicidas se saltan la prohibición) le han pedido al gobierno que tome medidas que permitan un tratamiento más flexible de los impagos. Puede entenderse que los suicidas, con sus actos, han hecho un favor a los demás hipotecados en apuros.
Hay alguna foto por ahí en la que aparecen un evasor de impuestos y un delincuente, no compungidos y modestos, sino más bien con aire prepotente. Deberían saber ambos que cuando a un pobre lo condenan a una pena de cárcel, indefectiblemente, va; y que lo que un rico defrauda a Hacienda han de pagarlo los pobres.
A los banqueros no les importan los pobres, puesto que cuando les concedían las hipotecas, después de haberles llenado la casa de publicidad, eran conscientes de que muchos de ellos se metían en un berenjenal del que difícilmente iban a salir, y no les preocupaba. Pero ocurre que también los bancos se metieron en un berenjenal y se les ha ayudado y se les seguirá ayudando con el dinero de los pobres. Ah, pero sus directivos siguen teniendo sueldos astronómicos. El modo que tienen de agradecer a los pobres su ayuda también es peculiar: Han subido considerablemente las comisiones bancarias y han inventado otras nuevas.
Los pobres ya saben que los bancos cuentan con ellos. Los necesitan. Si todos los clientes de los bancos fueran ricos, los banqueros se morirían de hambre. Los ricos no pagan comisiones, ni aceptan tipos de interés altos para sus créditos, ni bajos para sus depósitos.
Los pobres son los que mantienen todo el entramado de los bancos, pero es que ahora algunos se suicidan cuando tienen dificultades, y eso puede dañar la imagen de los benditos bancos.

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