Por
parte de algunos sectores hay un miedo grande a que desaparezca el
PSOE, como si con ello se acabara el mundo.
Lógicamente,
no tiene por qué acabarse el mundo ni nada, tan solo el PSOE. El
espacio que ocupa ese partido seguirá existiendo, y será
aprovechado por otro. UCD también desapareció y ocurrió así
porque quienes lo componían no tenían fe en el partido. Su espacio
no fue ocupado, sino usurpado por el PP, puesto que este partido
tiene poco que ver con el espíritu que alentó la creación del
citado UCD.
Tampoco
quienes constituyen el PSOE tienen fe en su partido. Para hacer esta
afirmación basta con fijarse en el número de militantes que tiene.
Y si a este número se le resta el de quienes no pagan las cuotas, el
asunto queda más claro todavía.
Algunos
dirán que UCD no tenía la solera del PSOE. Pero este último
partido también es de reciente creación. Si no recuerdo mal, en los
tiempos en que Adolfo Suárez era el presidente, hubo un PSOE
Histórico y un PSOE Renovado, y fue el apoyo internacional,
fundamentalmente el de Willy Brandt, lo que permitió la prevalencia
de este último. El PSOE actual es, en buena, medida, creación de
Felipe González, y ya se ve lo que ha dado de sí.
Uno
de los que ayudaron a Felipe González en la creación del partido
fue Gregorio Peces-Barba, que en sus últimos y apasionados artículos
defendiendo la Constitución, demostró dos cosas. La primera es que
la consideraba primordialmente suya, como si fuera quien más había
influido en su espíritu. Y la segunda, que la daba por fracasada. No
se defiende algo que funciona como una seda.
La
historia de la España postfranquista puede considerarse como la
historia de un experimento que debió hacerse con gaseosa y, sin
embargo, se hizo con el dinero y las ilusiones de los ciudadanos.
Merece
la pena comenzar de nuevo, refundando todos los partidos que lo
merezcan, colocando en el olvido a los proetarras y reduciendo a sus
justos términos a los nacionalistas.
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