Corrió
el rumor de que los movimientos no quedaban registrados en la cuenta
a causa por actualización de los sistemas, y las multitudes hicieron
cola ante los cajeros automáticos, hasta que se les acabó el
dinero.
Ninguno
de los que acudieron a sacar dinero pensó en que con su acción
podía estar perjudicando a algún empleado del banco, que lo hubiera
pagado muy caro en caso de ser responsable, ni tampoco quiso
enterarse de que si el banco quebraba por eso se iba a producir una
catástrofe, de la que íbamos a salir perjudicados todos. Nada nuevo
bajo el sol. Este proceder ya viene tipificado en la leyenda del
Anillo de Giges. Es probable que todos los que sacaron dinero bajo
ese supuesto tengan a Luis Bárcenas por ladrón.
Un
comportamiento similar vino a darse con el caso Nevenka Fernández.
Fue nombrada concejal de Hacienda por su amante, el alcalde Ismael
Álvarez. Y a la gente le pareció bien. Luego ella se cansó del
alcalde y entonces él la acosó y fue condenado por ello y expulsado
de su partido. Ismael Álvarez fundó otro partido, con el que logró
cinco concejales. La víctima del acoso, en cambio, tuvo que irse del
pueblo. Hubo más gente a favor del condenado que de su víctima.
Otro
caso parecido fue el de Alonso Puerta, que terminó siendo
determinante para la política española, dado que a la vista de los
resultados que obtuvo no ha tenido imitadores en ningún partido.
Puede resumirse en una frase: Tras ser expulsado de su partido, fundó
otro y comprobó que la gente prefería votar a los corruptos antes
que a los idealistas.
La
gente práctica puede decir que las cosas son así y hay que
aceptarlas. Otra gente más práctica todavía puede alegar que si se
consiguen mayores dosis de civismo será más fácil salir de la
crisis.
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