jueves, 21 de marzo de 2013

El ninot de falla hindú

Antes de la proliferación de los vehículos a motor y de que la televisión invadiera las casas cada país podía vivir encerrado en sí mismo, o casi; cada ciudad y cada pueblo, eran un mundo, y en cada casa se podían cocer las habas a calderadas. En aquella época, los habitantes de una comarca podían saber de que pueblo era cada uno, por su acento, por su forma de vestirse o incluso de caminar.
En la actualidad, vivimos en la aldea global. Todo tiende a uniformizarse, cosa que infunde temor a muchos, porque ven que se pierden costumbres en las que muchos se apoyan, pues con ello se ven iguales a otros, se sienten acompañados, y ahora vislumbran el vacío, y ese temor lo aprovechan los políticos nacionalistas para hacer su agosto. Lo que ocurre en una punta del planeta afecta a todos. Eso es la aldea global y contra eso no pueden ir los nacionalistas. Su negocio tiene fecha de caducidad.
Hasta ahora los falleros podían hacer lo que les parecía, porque los detalles de la fiesta no llegaban muy lejos. Lo que viajaba allende los mares era la portada, por decirlo de algún modo, el espíritu de la fiesta, las imágenes de algunos ninots, el fuego y la pólvora. Hoy en día, hasta los detalles llegan a todas partes.
Dicen que se produce un choque de culturas. ¡Qué van a chocar las culturas! Lo que se designa con cultura es el gusto por aprender, por informarse, por refinar los modales, por cultivar el espíritu. Los que chocan son los prejuicios, las supersticiones, los tabúes, los racismos, los egoísmos, los intereses.
Hasta ahora los falleros han puesto lo que han querido en las fallas. Claro que nunca se les ha ocurrido poner un paso de la semana santa de Sevilla, ni tampoco han criticado los encierros de San Fermín, ni la tumba del apóstol Santiago. A Mahoma, ni tocarlo.
Con un símbolo hindú si se han atrevido, porque la India está lejos. Y lo han tenido que indultar por aquello de la aldea global.
Cuando desaparezcan todas las majaderías del mundo quizá podamos disfrutar de unas fallas de verdad.

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