Hoy,
día 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer. La
igualdad de las mujeres con respecto a los hombres nos compete a
todos, porque la injusticia perjudica a todos.
Si
el trato entre dos personas no es plan de igualdad no es trato, es
otra cosa. Aquellos que prefieren entenderse con los demás
teniéndolos sometidos no saben lo que se pierden. Sus interlocutores
no pueden ofrecerles nada de sí mismos, puesto que la única opción
que les dejan es la de obedecer.
Pero
es importante, sobre todo, porque en donde reina la injusticia no hay
seguridad para nadie. Abundan los que miran hacia otro lado cuando no
les afecta, sin caer en la cuenta de que en estas circunstancias
están en peligro.
La
prevalencia del hombre sobre la mujer es el triunfo de la fuerza
bruta sobre la razón. Probablemente, si hubiera habido igualdad
desde el principio nos hubiéramos ahorrado muchas guerras, dado que
el ideal de justicia hubiera sido una realidad y no un eslogan. En el
mundo viene imperando la ley del más fuerte, y esa ley sigue en los
cerebros de muchos hombres y mujeres.
Se
da la paradoja de que muchas mujeres que luchan activamente por la
igualdad, y hay que aplaudirlas por ello y apoyarlas, luego son
capaces de aplaudir y disculpar a bravucones demenciales, sólo
porque lo consideran de su bando.
Hay
que comprender, para que la lucha sea más eficaz, que la lucha por
la igualdad de la mujer con el hombre es, fundamentalmente, una lucha
en pro de la justicia. Por tal motivo, estas mujeres tan
comprometidas con su lucha deberían saber que cualquier tipo de
apoyo a personas que cometen injusticias y no se arrepienten de
hacerlas va en contra de los principios por los que dicen luchar.
Para luchar por la igualdad de las mujeres con los hombres hay que
protestar contra cualquier injusticia, la haga quien la haga.
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