Los
oligarcas políticos y financieros españoles, ahora llamados,
acertadamente, clases extractivas, están satisfechos y tranquilos.
Saben que lo tienen todo bajo control.
Los
españoles no son tontos, motivo por el cual no reclaman, puesto que
saben que las posibilidades de que la reclamación prospere son
escasas. Los españoles reniegan, se enfadan, refunfuñan, se
acaloran, porque sufren muchos abusos. El sistema está montado de
este modo, los que han logrado trepar hasta la parte superior hacen
lo que quieren y los demás miran y maldicen.
Descansan
tranquilos además porque han logrado infantilizar a los votantes.
Ellos lo llaman fidelizar. El caso es que los partidos políticos
saben que hagan lo que hagan tienen todos una masa de votantes ciega.
Eso es un buen colchón para ellos y para los oligarcas financieros.
Es
significativo que después de que el contratante de una hipoteca haya
pagado al tasador, al banco, al notario, al registrador de la
propiedad, a la gestoría, al ayuntamiento, al ministerio de
Hacienda, ha tenido que ser el tribunal de la UE quien dictamine que
los consumidores españoles están desprotegidos.
Los
gobernantes españoles que firmaron los acuerdos con la UE ni
siquiera se molestaron en mirar si entraban en contradicción con las
leyes españoles. Total, ¿para qué?, si tienen a los ciudadanos a
su merced.
El
sistema español está hecho para que los bancarios, notarios,
gestores, más sumisos obtengan más beneficios y los que pretendan
manifestar sus reservas morales se queden sin clientes.
La
solución para que estas cosas fueran un poco más decentes
consistiría en cambiar el sistema, pero ocurre que tienen la
posibilidad de cambiarlo son los menos interesados en hacerlo, puesto
que a ellos les va bien. Y mientras haya gente que les vote se
sentirán seguros en sus poltronas y seguirán exprimiendo a los
contribuyentes.
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