domingo, 27 de diciembre de 2015

La falsa izquierda que nos rodea

La frase es de Javier Marías, en su artículo de hoy, que probablemente contiene más aciertos que errores, aunque cada uno verá el error donde quiera.
A tono con ella va otra, esta de una Carmen Rigalt, que dice así: «Realmente, el obrero de derechas es lo más anacrónico que me echado a la cara.» Remata esta frase con la siguiente, que viene a explicar que la haya dicho: «Tan anacrónico como yo, que he votado a Podemos y vivo un momento histórico.» Hay que leer 'histérico' el autocorrector debió de hacerle una mala jugada.
Falta por saber qué se entiende por derechas y qué por izquierdas. Porque si se identifica por derecha a la madre de ese cura engreído, prepotente u obsecuente, según con quien trate, vamos mal.
En democracia, derecha o izquierda son dos formas de buscar el bien común y no debería haber ningún muro o trinchera entre ambas. La diferencia debería estar en la calidad de los equipos que tuvieran en cada momento.
Naturalmente que un obrero puede votar a la derecha. Y debe hacerlo si cree que es lo mejor para él y su país.
La política no debería ser un escenario de guerra, como sucede en España, en donde abundan las marrullerías y el juego sucio, se usa el odio como arma electoral y se promete venganza o revancha.
Javier Marías tiene una visión idílica de izquierda y nauseabunda de la derecha y esa forma de ver las cosas ya da alguna pista. La izquierda española está muy lejos de ser ideal, como él mismo reconoce al llamarla falsa izquierda. Habría que procurar que tanto la izquierda como la derecha españolas se democratizasen. Si se consiguiera es cuando la política española dejaría de parecer un campo de batalla. Y quedarían fuera de juego los nacionalistas, porque éstos no pueden democratizarse. Parece ser que todavía queda algo lejos en el tiempo, ojalá no sea así.

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