sábado, 30 de enero de 2016

Costumbres musulmanas

Vivimos en democracia, y en algunos países llevan siglos con este sistema político, y pocas veces nos paramos a pensar lo que significa ser demócrata.
Bertrand Russell, y le debo la cita a Pancracio Cendrán Gomariz, decía de la democracia: «Tiene un mérito, al menos uno, y es que en ella un miembro del parlamento no puede ser más estúpido que quienes le eligieron; mientras más necio es un gobernante, más necios manifiestan haber sido quienes le eligieron.» . Viene muy a cuento con las cosas que se dicen y se hacen.
Algunos pretenden y hasta legislan sobre el particular que los inmigrantes se integren en los países que los acogen, aprendiendo la lengua y las costumbres del lugar. Me parece una aberración. Un inmigrante deja su tierra con el fin de mejorar sus condiciones de vida y si lo hace legalmente no debería tener ningún impedimento, ni obligación añadida. Lo que se le debería exigir en el país de acogida es que conozca y respete las leyes y usos democráticos. En democracia, el sometimiento de la mujer es delito. Por tanto, una mujer que lleve velo debería poder demostrar que lo hace por voluntad propia y no por obligación. ¿Cómo lo podría demostrar? Pues descubriéndose la cabeza de vez en cuando, sobre todo a requerimiento policial.
Confundir el derecho a la diversidad con el papanatismo de retirar el jamón para no ofender determinadas sensibilidades tampoco es indicio de que se conozcan los fundamentos de la democracia.
Alguna religión prohíbe el cerdo y el vino y allá quienes deseen seguirla y cumplir con este requisito. El respeto al derecho de profesar esa religión, o cualquier otra, es lo máximo que se puede exigir a un demócrata.
La obligación de aprender una lengua o algunos datos históricos o culturales del país que lo acoge me parece otro abuso. El inmigrante aprenderá lo que necesite para hacer su trabajo y si se comporta de acuerdo con las leyes no merecería más que agradecimiento por ayudar a sostener la economía del país.

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