viernes, 1 de enero de 2016

Cínico Ribó

“Tendría que colocar a cinco San José en la cabalgata para convencer a algunos”, dice el hombre (llamarle buen hombre sería, posiblemente, injusto).
Como sabe que una parte considerable del electorado no lo acepta, gobierna para los pocos que sí. La cuestión, sin embargo, es otra. Esa parte del electorado que no lo acepta también paga impuestos. Ribó cobra de todos y, por tanto, en sus acciones de gobierno de la ciudad de Valencia debería tener en cuenta a todos los ciudadanos. No lo hace así, él procura meter el dedo en el ojo a esa parte del electorado a la que no acepta (porque el rechazo es mutuo), pero sí su dinero.
También manifiesta sus ideas particulares sobre la monarquía, sin tener en cuenta que es un asunto que escapa a las competencias municipales. Si alguna vez se plantea el cambio en la forma de Estado de España tendrá que ser en otros niveles de la política y no en los municipales.
Es lógico que no se acepte a Ribó, puesto que es nacionalista y de izquierdas, lo que viene a ser una mezcla de cosas antagónicas, y además su nacionalismo es el catalán.
Si ha llegado a la alcaldía no es por méritos propios, sino a causa de la incompetencia y el descaro de quienes le precedieron, que se creían con derecho a todo.
Quienes dominan ahora el panorama político valenciano sacan a relucir, en lo que parece una letanía inacabable, las fechorías de los anteriores gobernantes. Pero con ello también ponen en evidencia a una oposición que cobraba por no hacer nada, porque no se enteraba de nada.
Y estos de ahora creen que pregonando los desafueros de los de quienes les precedieron obtienen carta blanca para llevar a cabo los suyos. Esperemos que se encuentren con una oposición más eficiente.

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