miércoles, 27 de enero de 2016

La culpa de Camps y Barberá

Se creían impunes y a salvo de cualquier contingencia. Sólo así se explica lo ocurrido. Es curioso que haya tanta gente que no cree en Dios, pero sí en la impunidad.
No se puede demostrar la existencia ni la inexistencia de Dios, pero los antiguos ya sabían que no es posible la impunidad.
El PP se ha apresurado a suspender de militancia a los detenidos en la 'operación Taula', pero debería haber ampliado la suspensión a Francisco Camps y Rita Barberá, que eran quienes mandaban en el partido. Más todavía cuando Alberto Fabra, aficionado a las tonterías, ha dicho que “al final se comprobará que Barberá no es la jefa”.
Cabe la posibilidad de que sea cierto y no tengan nada que ver con lo sucedido y, en cualquier caso, hay que respetar la presunción de inocencia. Eso en cuanto a la ley se refiere. Pero en el campo político su responsabilidad es clara, puesto que debieron llevar mucho cuidado a seleccionar a sus colaboradores y luego vigilar para que no pudiera suceder lo ocurrido.
Todavía no se les ha escuchado a ninguno de los dos crítica alguna hacia la actuación de José Luis Olivas, bajo cuya gestión han desaparecido Bancaja y el Banco de Valencia.
Se sentían como dioses y para ellos los votantes eran instrumentos a los que se pedía el voto que les permitiera seguir en sus burbujas elitistas. Barberá era como una clueca que cuida y defiende a sus polluelos. No demostraba el menor agradecimiento hacia sus votantes, sino que seguramente pensaba que tenían obligación de votarla. De vez en cuando aparecía con su cara A, o sea con su sonrisa, y con eso había cumplido.
El problema es que cuesta mucho recuperar al votante que se ha hartado. Eso lo van comprobando los socialistas. Así que los valencianos se van decantando en la actualidad hacia opciones como Podemos, Compromís o Ciudadanos.

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