domingo, 3 de enero de 2016

Los empresarios catalanes están inquietos

En España en la que no hay separación (efectiva) de poderes, aunque haya quien se empeña en creer que sí, los empresarios disfrutan de más cuota de poder de la que realmente les correspondería.
Y el poder tiende a corromper, pero también atonta. No se tienen en cuenta, muchas veces, las consecuencias finales de los actos, puesto que la sensación de peligro queda muy disminuida.
Los oligarcas catalanes han estado callados mucho tiempo, dejando hacer a los nacionalistas, cuando no alimentándolos. Se conoce que ese complejo de superioridad que alientan era bueno para sus negocios o, por lo menos, les gustaba. Pero las cañas se han vuelto lanzas y ahora ven peligrar su dinero y están a punto de poner el grito en el cielo. No se atreven aún. No les sale el grito. Lo que ha ocurrido es que uno que es más orate de lo normal entre los nacionalistas se ha puesto al mando de la cosa y ha precipitado el derrumbe, que de todos modos tenía que ocurrir un día u otro.
Todo lo que tiene que ver con el nacionalismo es un despropósito, y hay que ser ciego, de esos que lo son voluntariamente, para no verlo.
Todo en Cataluña está infectado de nacionalismo, la derecha, la izquierda, lo de arriba, lo de abajo, lo del centro, y trata de expandirse hacia el Reino de Valencia, en donde para poder entrar tiene que camuflarse y hacerlo por el sector de la izquierda, en donde el nacionalismo es incluso más enfermizo.
Estos empresarios catalanes están alarmados, pero no hacen nada para impedir la catástrofe. Para poder recuperar parte del terreno perdido tendrían que llevar a cabo una acción enérgica y desautorizar pública y rotundamente a los promotores de secesionismo. Como no lo van a hacer, sino que se limitarán a esperar que la realidad de las cosas imponga su ley, no les queda más remedio que hacer acopio de kleenex para los años venideros, cuando las pérdidas sean un hecho.

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