Bono no necesita decir ni mu para derrotar dialécticamente al llamado Erkoreka. Algunos se derrotan solos y no sabemos si el tener que callar le causa alguna molestia a Bono. Erkoreka es entendido en cabestros, según parece, y de ahí el cargo que ostenta en su partido. Probablemente será ese el motivo.
Rosa Díez dice que Bono le parece más bien un obispo, por lo sibilino, explica. Rosa Díez no debe de haberse fijado bien en los obispos españoles. Uno piensa Rouco, que no sé si es obispo, o en Setién, que no debería ser obispo, y no les encuentra ninguna similitud con Bono. Tampoco Cañizares, que no debe de vivir muy lejos de Bono. O García Gasco, que sabe cuál es exactamente su función. De modo que puede que piense en los obispos de otros lugares o quizá en los españoles pero de otros tiempos.
Rosa Díez no está conforme con que José Bono sea el presidente del Congreso, no por él, sino por el procedimiento empleado. Pero el digitalismo nos acompaña a los españoles desde la noche de los tiempos. No hay forma de hacerlo desaparecer. El digitalismo indica que probablemente la hora de Bono ya ha pasado. La presidencia del gobierno ya queda muy lejos de su alcance. Quienes quieren entrar en el juego saben que han de planificar sus movimientos a largo plazo, hablar cuando lo pide el jefe y callar las más de las veces. Un pequeño detalle que disguste al jefe puede dar al traste con todo. Hay que andar siempre por dentro de la senda.
Algo falla en el caso de Bono cuando los guardianes de las esencias ya han comenzado a lanzarle sus dardos, no por la cuestión de procedimiento como proclama Rosa, sino porque es un incontinente verbal, etc. Resulta muy fácil encontrarle defectos a alguien. No cabe duda de que Bono los tiene, como los demás. Lo significativo es la procedencia de algunas de las críticas.
Rosa Díez dice que Bono le parece más bien un obispo, por lo sibilino, explica. Rosa Díez no debe de haberse fijado bien en los obispos españoles. Uno piensa Rouco, que no sé si es obispo, o en Setién, que no debería ser obispo, y no les encuentra ninguna similitud con Bono. Tampoco Cañizares, que no debe de vivir muy lejos de Bono. O García Gasco, que sabe cuál es exactamente su función. De modo que puede que piense en los obispos de otros lugares o quizá en los españoles pero de otros tiempos.
Rosa Díez no está conforme con que José Bono sea el presidente del Congreso, no por él, sino por el procedimiento empleado. Pero el digitalismo nos acompaña a los españoles desde la noche de los tiempos. No hay forma de hacerlo desaparecer. El digitalismo indica que probablemente la hora de Bono ya ha pasado. La presidencia del gobierno ya queda muy lejos de su alcance. Quienes quieren entrar en el juego saben que han de planificar sus movimientos a largo plazo, hablar cuando lo pide el jefe y callar las más de las veces. Un pequeño detalle que disguste al jefe puede dar al traste con todo. Hay que andar siempre por dentro de la senda.
Algo falla en el caso de Bono cuando los guardianes de las esencias ya han comenzado a lanzarle sus dardos, no por la cuestión de procedimiento como proclama Rosa, sino porque es un incontinente verbal, etc. Resulta muy fácil encontrarle defectos a alguien. No cabe duda de que Bono los tiene, como los demás. Lo significativo es la procedencia de algunas de las críticas.
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