Explica el gobierno chino que el Ejército de Liberación Popular ocupó el Tibet en 1951 para liberar a la región del régimen feudal y esclavista al que la sometían los líderes budistas. Pero esa afirmación no puede ser recibida más que como una burla. El régimen chino es comunista y dictatorial, por tanto no puede liberar a nadie de la esclavitud, más bien someterle. Por otro lado, quien ocupa una nación por la fuerza de las armas no alberga buenas intenciones. El gobierno chino, consciente de su potencial, toma el pelo a todo el mundo. Como decía aquel graffiti, nos mean y hay que decir que llueve.
Más crédito merece la afirmación del Dalai Lama en la que habla de genocidio cultural. Las costumbres y las tradiciones forman parte del acervo cultural de la humanidad y, por lo general, merecen y deben ser conservadas. Las características de los pueblos evocan su modo de concebir la vida, su manera de adaptarse a las circunstancias, sus métodos de supervivencia. Mal puede respetar esto una dictadura, dada su tendencia a hacerlo todo uniforme, a borrar todo indicio de libertad.
Dice un mandatario chino que, en la represión de los manifestantes, las fuerzas de seguridad chinas no emplean armas letales ni abren fuego. He aquí que volvemos a la misma historia: el gobierno chino puede decir lo que quiera, sin temor a que le contradigan. Sólo el Dalai Lama se atreve a decir el número de muertos y heridos.
Los problemas del mundo crecen y la humanidad no tiene modo de darles respuesta. El egoísmo humano prevalece sobre todo. En política, el egoísmo se traduce en nacionalismo. Sólo los ímpetus nacionalistas, motivados por orgullos tontos y egoísmos palpables, impiden la creación de una ONU que trate de buscar la solución más justa, hacedera y recomendable para todos en cada problema que surja y que disponga de mecanismos para hacer cumplir sus resoluciones. La ONU gozaría de mucho mayor crédito que cualquiera de las naciones que intente imponer su ley. Este es un paso que un día u otro habrá que dar.
Más crédito merece la afirmación del Dalai Lama en la que habla de genocidio cultural. Las costumbres y las tradiciones forman parte del acervo cultural de la humanidad y, por lo general, merecen y deben ser conservadas. Las características de los pueblos evocan su modo de concebir la vida, su manera de adaptarse a las circunstancias, sus métodos de supervivencia. Mal puede respetar esto una dictadura, dada su tendencia a hacerlo todo uniforme, a borrar todo indicio de libertad.
Dice un mandatario chino que, en la represión de los manifestantes, las fuerzas de seguridad chinas no emplean armas letales ni abren fuego. He aquí que volvemos a la misma historia: el gobierno chino puede decir lo que quiera, sin temor a que le contradigan. Sólo el Dalai Lama se atreve a decir el número de muertos y heridos.
Los problemas del mundo crecen y la humanidad no tiene modo de darles respuesta. El egoísmo humano prevalece sobre todo. En política, el egoísmo se traduce en nacionalismo. Sólo los ímpetus nacionalistas, motivados por orgullos tontos y egoísmos palpables, impiden la creación de una ONU que trate de buscar la solución más justa, hacedera y recomendable para todos en cada problema que surja y que disponga de mecanismos para hacer cumplir sus resoluciones. La ONU gozaría de mucho mayor crédito que cualquiera de las naciones que intente imponer su ley. Este es un paso que un día u otro habrá que dar.
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