Para el diario progubernamental, si llueve poco la culpa la tiene el PP y si lo hace desmesuradamente, también la tiene el PP. El pobre editorialista, que debe de tener órdenes concretas y tajantes, escribe hoy sobre la crisis del ladrillo, y nos recuerda que la burbuja inmobiliaria se formó durante los gobiernos del PP. Ha debido hacer, para ello, un importante esfuerzo amnésico, para obviar que en muchas Comunidades Autónomas los gobiernos eran de distinto color, así como muchos ayuntamientos dotados de una feroz fiebre constructora.
Ha olvidado también que cuando el partido popular llegó al poder España no cumplía ninguna de las cláusulas del Tratado de Maastricht. El gobierno del PP se tomó el asunto en serio y para sorpresa de todos consiguió los objetivos previstos. El ladrillo tuvo algo que ver con el despegue económico, pero no podía ser de otro modo. Fue el gobierno socialista el que negoció la entrada en la Unión Europea y en el acuerdo quedó establecido, poco más o menos, que el papel de España es el de proporcionar sol y playa a los europeos. Si los españoles tuvieran otros modos de vida, si hubiera más industrias y la agricultura fuera rentable, no hubiera hecho falta prostituir la costa. Los propietarios de terrenos no los hubieran vendido tan fácilmente. Ha habido pueblo costero que mientras ha podido vivir de la agricultura ha resistido los embates del cemento, pero finalmente ha debido claudicar. Ningún gobierno ha cuidado la agricultura.
Por otro lado, quienes compraron sus viviendas durante el mandato del PP no están tan agobiados. Fue después, cuando los precios ya eran tan altos que no resultaba aconsejable que las familias modestas acometieran la compra, cuando se originó lo peor del problema. Ninguna voz les aconsejó que no lo hicieran, sino que se incitaba continuamente a comprar. Sí que se habló, por parte de algunos miembros del gobierno, continua e insensatamente, del urbanismo depredador, apuntando principalmente a Comunidades Autónomas en las que gobierna el PP y obviando otras gobernadas por el PSOE u otros partidos. Como consecuencia, los compradores extranjeros se han retraído en mucha mayor medida de lo que podía esperarse.
Ha olvidado también que cuando el partido popular llegó al poder España no cumplía ninguna de las cláusulas del Tratado de Maastricht. El gobierno del PP se tomó el asunto en serio y para sorpresa de todos consiguió los objetivos previstos. El ladrillo tuvo algo que ver con el despegue económico, pero no podía ser de otro modo. Fue el gobierno socialista el que negoció la entrada en la Unión Europea y en el acuerdo quedó establecido, poco más o menos, que el papel de España es el de proporcionar sol y playa a los europeos. Si los españoles tuvieran otros modos de vida, si hubiera más industrias y la agricultura fuera rentable, no hubiera hecho falta prostituir la costa. Los propietarios de terrenos no los hubieran vendido tan fácilmente. Ha habido pueblo costero que mientras ha podido vivir de la agricultura ha resistido los embates del cemento, pero finalmente ha debido claudicar. Ningún gobierno ha cuidado la agricultura.
Por otro lado, quienes compraron sus viviendas durante el mandato del PP no están tan agobiados. Fue después, cuando los precios ya eran tan altos que no resultaba aconsejable que las familias modestas acometieran la compra, cuando se originó lo peor del problema. Ninguna voz les aconsejó que no lo hicieran, sino que se incitaba continuamente a comprar. Sí que se habló, por parte de algunos miembros del gobierno, continua e insensatamente, del urbanismo depredador, apuntando principalmente a Comunidades Autónomas en las que gobierna el PP y obviando otras gobernadas por el PSOE u otros partidos. Como consecuencia, los compradores extranjeros se han retraído en mucha mayor medida de lo que podía esperarse.
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