Dicen que el asesino es alto y de complexión fuerte, no obstante, ha ido a matar a su desprevenida víctima, por la espalda, como es su costumbre. La cobardía y el ensañamiento forman parte de la marca de la casa.
El asesinado, Isaías Carrasco, debió haber sido informado, al igual que todos los políticos de España, de lo que podía ocurrir, puesto que Joan Valls había avisado. Ojalá se hubiera equivocado en su predicción, hecha bastante anticipadamente, pero por desgracia acertó de lleno acerca de lo que iba a hacer la banda. El lugar elegido, Mondragón, cuya alcaldesa es de ANV, lo que añade desfachatez a la crueldad. Incluso la alcaldesa ha visitado el hospital en que fue ingresado el fallecido, del que fue echada por sus familiares.
ETA quiere influir en la política y más concretamente en el sentido del voto de los ciudadanos. El momento elegido para el asesinato no deja lugar a dudas. Lo cierto es que no debería influir en el resultado de las elecciones, pero sí en la política. Los políticos españoles deberían darse cuenta de una vez por todas de que con ETA no valen bromas, tienen que ponerse de acuerdo, dejar de hacer electoralismo con este asunto. Si no hacen electoralismo, tampoco tendrá sentido negociar con ETA, puesto que a la banda no la derrotará un partido (y un partido solo no la puede derrotar jamás), sino la democracia, el país entero.
Quizá si se ponen de acuerdo, ETA aparezca menos en los medios, puesto que no se debatirá nada de lo que concierna a la lucha antiterrorista, puesto que lo tratarán a puerta cerrada. Hay que perseguir a los etarras, encerrarlos, diseminarlos (eso les duele, también a Setién), y poner en evidencia, todas las veces a las que dé lugar, la ambigüedad del PNV, los beneficios que obtiene el PNV del temor que genera ETA.
Por supuesto, que ahora sería el momento de reinventar la democracia. Si se supo llegar a la democracia partiendo de la dictadura, más fácil debería ser profundizar en la democracia partiendo de la que ya hay. Con la nueva democracia, se trataría de acercar los políticos al pueblo y eliminar las ventajas de las que gozan los nacionalistas, para que participen en las mismas condiciones que los demás.
El asesinado, Isaías Carrasco, debió haber sido informado, al igual que todos los políticos de España, de lo que podía ocurrir, puesto que Joan Valls había avisado. Ojalá se hubiera equivocado en su predicción, hecha bastante anticipadamente, pero por desgracia acertó de lleno acerca de lo que iba a hacer la banda. El lugar elegido, Mondragón, cuya alcaldesa es de ANV, lo que añade desfachatez a la crueldad. Incluso la alcaldesa ha visitado el hospital en que fue ingresado el fallecido, del que fue echada por sus familiares.
ETA quiere influir en la política y más concretamente en el sentido del voto de los ciudadanos. El momento elegido para el asesinato no deja lugar a dudas. Lo cierto es que no debería influir en el resultado de las elecciones, pero sí en la política. Los políticos españoles deberían darse cuenta de una vez por todas de que con ETA no valen bromas, tienen que ponerse de acuerdo, dejar de hacer electoralismo con este asunto. Si no hacen electoralismo, tampoco tendrá sentido negociar con ETA, puesto que a la banda no la derrotará un partido (y un partido solo no la puede derrotar jamás), sino la democracia, el país entero.
Quizá si se ponen de acuerdo, ETA aparezca menos en los medios, puesto que no se debatirá nada de lo que concierna a la lucha antiterrorista, puesto que lo tratarán a puerta cerrada. Hay que perseguir a los etarras, encerrarlos, diseminarlos (eso les duele, también a Setién), y poner en evidencia, todas las veces a las que dé lugar, la ambigüedad del PNV, los beneficios que obtiene el PNV del temor que genera ETA.
Por supuesto, que ahora sería el momento de reinventar la democracia. Si se supo llegar a la democracia partiendo de la dictadura, más fácil debería ser profundizar en la democracia partiendo de la que ya hay. Con la nueva democracia, se trataría de acercar los políticos al pueblo y eliminar las ventajas de las que gozan los nacionalistas, para que participen en las mismas condiciones que los demás.
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