El pasado día 18 El País publicó una carta de Rosa Díez, con la que contestaba otra de un comunicante, que había sido remarcada por el diario, en la que su autor no se mostraba muy contento de que UPyD hubiera conseguido un escaño, cosa que atribuía a un motivo que, finalmente, no es cierto.
La realidad es otra. Los partidos españoles, unos más y otros menos, cuentan con votantes fijos, de esos que saben encontrar disculpas para todo lo que hacen los partidos de sus amores. Es decir, si Rosa Díez y Gotzone Mora, que han militado en el PSOE durante muchos años, en un momento dado no están de acuerdo con la política que imprimen al partido en ese momento es que son malas socialistas. En ningún momento son capaces de cuestionar las decisiones de la dirección. Y lo mismo ocurre en los demás partidos, en los que también cierran las filas en torno a sus dirigentes. Y si luego los cambian y quienes les suceden ordenan algo diferente, sus seguidores les siguen apoyando sin ningún problema. Estaba bien lo de antes y está bien lo de después.
Esto no ocurre, al menos todavía, en UPyD, puesto que es un partido nuevo. Conviene detenerse a pensar en el mérito de sus dirigentes, puesto que a pesar de haber sido boicoteados y silenciados han logrado un número considerable de votos y no parece exagerado decir que todos ellos han sido meditados. Habría que restar los votos fijos que tiene cada partido de antemano a los que ha obtenido en las elecciones y entonces es cuando se podría calibrar de modo exacto el éxito de UPyD.
Y como dice Rosa Díez en su carta al diario progubernamental, habría que calcular lo que hubiera podido conseguir si su partido hubiera tenido el tratamiento que merecía en los medios, puesto que para muchos parecía no existir.
La realidad es otra. Los partidos españoles, unos más y otros menos, cuentan con votantes fijos, de esos que saben encontrar disculpas para todo lo que hacen los partidos de sus amores. Es decir, si Rosa Díez y Gotzone Mora, que han militado en el PSOE durante muchos años, en un momento dado no están de acuerdo con la política que imprimen al partido en ese momento es que son malas socialistas. En ningún momento son capaces de cuestionar las decisiones de la dirección. Y lo mismo ocurre en los demás partidos, en los que también cierran las filas en torno a sus dirigentes. Y si luego los cambian y quienes les suceden ordenan algo diferente, sus seguidores les siguen apoyando sin ningún problema. Estaba bien lo de antes y está bien lo de después.
Esto no ocurre, al menos todavía, en UPyD, puesto que es un partido nuevo. Conviene detenerse a pensar en el mérito de sus dirigentes, puesto que a pesar de haber sido boicoteados y silenciados han logrado un número considerable de votos y no parece exagerado decir que todos ellos han sido meditados. Habría que restar los votos fijos que tiene cada partido de antemano a los que ha obtenido en las elecciones y entonces es cuando se podría calibrar de modo exacto el éxito de UPyD.
Y como dice Rosa Díez en su carta al diario progubernamental, habría que calcular lo que hubiera podido conseguir si su partido hubiera tenido el tratamiento que merecía en los medios, puesto que para muchos parecía no existir.
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