El Periódico publica hoy una entrevista con Odón Elorza y una de las primeras cosas que salen a relucir es que lleva 17 años rigiendo San Sebastián. Julián Marías describió el fenómeno que vino a llamar “el rencor contra la excelencia”. Puede afirmarse que quienes son elegidos una y otra vez, quienes logran adhesiones inquebrantables o quienes no oyen ni el más leve quejido en sus cercanías, no sufren ese rencor.
El rencor lo pudo sufrir Adolfo Suárez, que se veía obligado a comportarse con generosidad, pues es lo que se esperaba de él, y esa generosidad propiciaba que sus beneficiarios se hicieran fuertes en la intriga y que cada vez conspiraran contra él con mayor decisión. Esa generosidad suya, propia de los grandes personajes, fue lo que le hizo incomprensible para los espíritus más mezquinos. Incluso los hay quienes hoy en día pretenden interpretarlo no del modo más real y, por tanto, que más le conviene a él, sino del modo que más les interesa a ellos.
Los vulgares, en cambio, pueden imponer la disciplina más férrea que se les antoje, exigir los servilismos más denigrantes, los silencios más vergonzosos. Nadie les reprocha nada, porque no esperan otra cosa de ellos. Como quienes aceptan esas condiciones son de la misma madera, tampoco trasluce ningún desagrado.
Odón Elorza, fiel a su estilo, abunda en la demagogia y ahora dice que los catalanes y los vascos se tienen simpatía por su actitud ante la dictadura, por su defensa de la lengua. Contra los mitos no hay nada que hacer y ya se puede hacer lo que se quiera que mientras convengan a quienes detentan el poder, siempre estarán en pie, por infundados que sean. Los mitos se erigen sobre bases falsas o medio falsas y luego se alimentan con lo que sea. Los nacionalismos son ideológicamente débiles, por tanto se acogen a todo lo que pueden. Los nacionalismos periféricos españoles se apoyan unos a otros y plantan batalla al que es su enemigo: el nacionalismo español. En realidad, todos los nacionalismos son iguales y todos se sustentan unos a otros.
Y los políticos de bajura han de navegar como puedan por esas aguas. Lo malo es que en los tiempos que corren son necesarios políticos de altura.
El rencor lo pudo sufrir Adolfo Suárez, que se veía obligado a comportarse con generosidad, pues es lo que se esperaba de él, y esa generosidad propiciaba que sus beneficiarios se hicieran fuertes en la intriga y que cada vez conspiraran contra él con mayor decisión. Esa generosidad suya, propia de los grandes personajes, fue lo que le hizo incomprensible para los espíritus más mezquinos. Incluso los hay quienes hoy en día pretenden interpretarlo no del modo más real y, por tanto, que más le conviene a él, sino del modo que más les interesa a ellos.
Los vulgares, en cambio, pueden imponer la disciplina más férrea que se les antoje, exigir los servilismos más denigrantes, los silencios más vergonzosos. Nadie les reprocha nada, porque no esperan otra cosa de ellos. Como quienes aceptan esas condiciones son de la misma madera, tampoco trasluce ningún desagrado.
Odón Elorza, fiel a su estilo, abunda en la demagogia y ahora dice que los catalanes y los vascos se tienen simpatía por su actitud ante la dictadura, por su defensa de la lengua. Contra los mitos no hay nada que hacer y ya se puede hacer lo que se quiera que mientras convengan a quienes detentan el poder, siempre estarán en pie, por infundados que sean. Los mitos se erigen sobre bases falsas o medio falsas y luego se alimentan con lo que sea. Los nacionalismos son ideológicamente débiles, por tanto se acogen a todo lo que pueden. Los nacionalismos periféricos españoles se apoyan unos a otros y plantan batalla al que es su enemigo: el nacionalismo español. En realidad, todos los nacionalismos son iguales y todos se sustentan unos a otros.
Y los políticos de bajura han de navegar como puedan por esas aguas. Lo malo es que en los tiempos que corren son necesarios políticos de altura.
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