El balance fiscal de las Comunidades Autónomas puso al descubierto que hay algo que no está bien. Los impuestos los pagan las personas, pero luego se gastan con bastante arbitrariedad o directamente se derrochan en cosas sin sentido. No tiene las mismas posibilidades una industria situada en un lugar en el que no hay infraestructuras que otra situada en un lugar muy bien comunicado.
Los gobiernos españoles suelen decidir arbitrariamente las inversiones en infraestructuras. Deciden sectariamente si interesan más los trasvases o las desalinizadoras, luego se desdicen los de un partido y los del otro. Si los balances fiscales pusieron algo de manifiesto es que el actual estado de cosas requiere un pacto de Estado para poner orden y racionalidad en el gasto público. Sin embargo, cada cual interpreta las cosas a su conveniencia. La Generalidad catalana sólo ve lo que concierne a Cataluña, no le importa el resto de la cuestión y arremete contra el gobierno. La vicepresidenta responde, esta vez con buen criterio, que las palabras no deben servir para exacerbar pasiones malentendidas. Pero el PP, que busca por todos los medios, recuperar terreno en Cataluña, ha perdido el sentido de Estado, si es que lo ha tenido alguna vez, y en lugar de apoyar al gobierno en este punto, arremete contra él.
El gobierno catalán, antes de pedir dinero al Estado, debería gastar bien el que administra. Hace unos días, se dio la noticia de que ha concedido una subvención de 3,2 millones de euros a Eliseu Climent. ¿Con qué fin concede esa subvención a entidades radicadas en la Comunidad Valenciana? Esa subvención será el chocolate del loro, pero da idea de cómo se gasta el dinero en ese lugar. También ha salido a la luz la noticia de que esa misma Generalidad subvenciona a los periódicos catalanes. Cualquiera puede darse cuenta de que la prensa catalana suele ser muy dura con Zapatero o Aznar, pero resulta imposible encontrar en ella una crítica a Pujol o Carod–Rovira. No es que estos dos últimos sean mejores que los otros, es que los medios catalanes saben lo que vale un peine. Donde no hay libertad de prensa no hay democracia.
Pero no sólo derrochan esos dos gobiernos en España.
Los gobiernos españoles suelen decidir arbitrariamente las inversiones en infraestructuras. Deciden sectariamente si interesan más los trasvases o las desalinizadoras, luego se desdicen los de un partido y los del otro. Si los balances fiscales pusieron algo de manifiesto es que el actual estado de cosas requiere un pacto de Estado para poner orden y racionalidad en el gasto público. Sin embargo, cada cual interpreta las cosas a su conveniencia. La Generalidad catalana sólo ve lo que concierne a Cataluña, no le importa el resto de la cuestión y arremete contra el gobierno. La vicepresidenta responde, esta vez con buen criterio, que las palabras no deben servir para exacerbar pasiones malentendidas. Pero el PP, que busca por todos los medios, recuperar terreno en Cataluña, ha perdido el sentido de Estado, si es que lo ha tenido alguna vez, y en lugar de apoyar al gobierno en este punto, arremete contra él.
El gobierno catalán, antes de pedir dinero al Estado, debería gastar bien el que administra. Hace unos días, se dio la noticia de que ha concedido una subvención de 3,2 millones de euros a Eliseu Climent. ¿Con qué fin concede esa subvención a entidades radicadas en la Comunidad Valenciana? Esa subvención será el chocolate del loro, pero da idea de cómo se gasta el dinero en ese lugar. También ha salido a la luz la noticia de que esa misma Generalidad subvenciona a los periódicos catalanes. Cualquiera puede darse cuenta de que la prensa catalana suele ser muy dura con Zapatero o Aznar, pero resulta imposible encontrar en ella una crítica a Pujol o Carod–Rovira. No es que estos dos últimos sean mejores que los otros, es que los medios catalanes saben lo que vale un peine. Donde no hay libertad de prensa no hay democracia.
Pero no sólo derrochan esos dos gobiernos en España.
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