miércoles, 20 de agosto de 2008

Trasplante de órganos entre musulmanes y cristianos

Los problemas del mundo son cada vez más complejos y requieren un tratamiento universal. Lo que sucede en cualquier lugar del mundo afecta, y cada vez en mayor medida a todos los demás, lo que debería conllevar a un mayor entendimiento entre todas las naciones del mundo, con vistas a que las grandes decisiones no se tomaran unilateralmente, sino que se debatiesen previamente en un foro mundial. Esto choca con los intereses de quienes disponen de algunas parcelas de poder, que ven como se les puede escapar de las manos la influencia que tienen sobre las masas.
El modo de evitar el entendimiento entre las gentes del planeta y la uniformización de las costumbres, y este proceso puede ser acelerado por las migraciones, consiste en fomentar el odio. Lo saben algunos de los personajes a los que nos toca sufrir en nuestra piel de toro. No cuesta nada decir nombres, basta con unos pocos: Arzallus, Ibarretxe, Pujol, Carod, etc. Naturalmente que lo que ellos pregonan es el amor a su tierra, pero lo que subyace es el desprecio y el odio al otro. ¿Qué les han hecho los españoles para que les insulten tanto? Si su proclama fuera el amor a la justicia actuarían de esta forma.
La fórmula es universal. La vida de los islamistas que deciden migrar a otros sitios sería mucho más fácil si no llevaran el fanatismo en las alforjas. Las creencias sin más no suponen ningún estorbo o barrera. Sí lo es, en cambio, el fanatismo, la falta de respeto al prójimo. Algún día tendrá que ser universal la constancia de que alguien que se equivoque en todos sus planteamientos teóricos puede ser mejor persona que quien sea más certero en sus elecciones políticas o religiosas.
La prohibición de los Hermanos Musulmanes de que se practiquen trasplantes entre cristianos y musulmanes se enmarca dentro de la intención de impedir el entendimiento entre unos grupos humanos y otros. En este caso, entre musulmanes y cristianos. Las excusas siempre son fáciles de encontrar. Y si no que se lo pregunten a Setién.

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