lunes, 25 de agosto de 2008

Clonar a la mascota

No hace muchos días se dio noticia de que una persona adinerada había clonado a su mascota, o se disponía a hacerlo. A raíz de ello, se suscitó la cuestión y hasta se hizo alguna encuesta sobre el particular. Saco a relucir el asunto porque la semana pasada murió mi pequeña Yorkshire, que ya llevaba quince años a cuestas. Por nada del mundo se me hubiera ocurrido clonarla, ni aunque me hubieran pagado por ello. He de explicar, antes de seguir, que yo no albergaba ninguna intención de tener mascota, pues entretengo mis ratos libres con la lectura y a más trabajo, lógicamente, corresponde menos tiempo libre. Pero me metieron en casa, primero una gata, que murió el año pasado con 18 años, y luego la perra.
Una vez que se han metido en la vida de uno, se les admite con todas las consecuencias. Clonarlas equivaldría a equipararlas con objetos, a pensar que con dinero todo se compra y todo se vende. Las cosas no son así. Si yo necesitara un animal de compañía, me compraría uno, o dos, o acudiría a alguna asociación protectora de animales para adoptarlo. Sería un animal nuevo, que ocuparía un lugar en mi corazón, pero que en ningún caso suplantaría el de los que tuve.
Es cierto que ahora tengo un poco más de tiempo libre y algunas preocupaciones menos, pero también lo es que yo preferiría seguir teniéndolas, como las tenía en otros tiempos, sobre mis piernas. A mi perra le gustaba que la tuviera al brazo y mientras tanto yo leía algún libro o el periódico. Entonces aparecía la gata y decía que ese sitio era suyo y se ponía ella. Yo lo solucionaba poniendo los pies sobre una silla, con lo cual ya había espacio para las dos.
Algunas lecturas llegan a emocionarme de verdad, pero tenerlas a las dos al brazo, con su amor incondicional no era un placer menor. ¿Cómo comprar eso con dinero?

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