Andaba o anda el Vaticano buscando (no sé si se dice así) milagros de un papa reciente para subirlo a los altares. En este siglo XXI, no en el XIV o XV. Pues yo le voy a proponer que haga uno, quien sea, pero que lo haga si puede. Hay tantos milagros por hacer que sorprende que un santo distinga a dos o tres personas y olvide a cientos de miles que están en situación desesperada. Pero si logra hacer uno a la vista de todos es probable que vuelva la esperanza al mundo y que la bondad ocupe el lugar que le corresponde.
El obispo de Vic ha expulsado al párroco de Sant Vicenç de Castellet por tocar el himno de España en la semana santa. ¿Sería un milagro que la santa sede trasladara al obispo de Vic al obispado de la Luna? Yo creo que sí.
Hay un niñato por ahí, muy brillante, eso es cierto, que utiliza su talento para armar unos enredos monumentales. Ataca con saña a quienes deseamos desesperadamente el estado laico y utiliza mucho la coletilla “relativismo moral”. ¿No ve su propio relativismo moral ni el de los obispos, ni el del Vaticano? La iglesia católica, tan celosa en algunos asuntos, no ha sido capaz de poner en su sitio a Setién, Uriarte, y otros obispos nacionalistas.
A lo largo de mi vida he conocido a mucha gente que dice creer en Dios, y he tratado muy de cerca a algunas de esas personas, pero sus hechos han demostrado siempre que eso no era cierto. En cambio, al dios dinero no se le vuelve la espalda tan fácilmente. Es fácil constatar la fidelidad a este dios. Los hechos demuestran que el nacionalismo es otra religión. Vende humo, y con él adormece y fanatiza a las gentes. Quizá por eso el Vaticano procura llevarse bien con los nacionalistas, aunque con ello acabe malparado un cura que había logrado quintuplicar la asistencia de los fieles a misa.
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