En el diario La Vanguardia, antaño uno de los dos o tres mejores de España, Francesc-Marc Álvaro escribió un artículo titulado Teorías sobre Zapatero, con el que presume de haberse percatado ya en los primeros momentos de la vacuidad de este personaje. Pero no debería alardear tanto, puesto que se trata de algo que estaba a la vista y que sólo los que no querían ver no vieron. En el PSOE debieron darse cuenta pronto, pero demasiado tarde para cambiar las cosas.
Las maniobras en el seno de su partido para sustituirlo, probablemente, comenzaron de inmediato, pero en la política española resulta imposible descabalgar por las buenas a quien ocupa un sillón. Posiblemente, de ahí se derivan las filtraciones a la prensa mediante las que se descubren supuestas corrupciones. Son muchos los ejemplos que permiten pensar en ello.
Ah, pero el tal Francesc-Marc Álvaro, capaz de adivinar lo obvio, en el mismo artículo, escribe más adelante “Santiago y cierra España”. No es el único que lo escribe así en ese periódico; es más, estoy por pensar que lo habitual en ese periódico es escribirlo de ese modo. ¡Y cuesta tan poco documentarse! Cualquiera que pretenda hacer las cosas bien se documenta antes de hacerlas. Las cosas rara vez son tal y como se las quiere imaginar, porque el deseo suele jugarle malas pasadas a la imaginación. La frase correcta es: ¡Santiago, y cierra, España!, con los signos de admiración y las dos comas, en la que “y cierra” actúa como conjunción sin función copulativa, con la finalidad de reforzar la vehemencia de ese grito de guerra, usual en otros tiempos, pero con un significado muy distinto al que imaginativa e interesadamente le quieren dar algunos en la actualidad.
Queda claro que una cosa es prever que Zapatero iba a resultar un desastre y otra muy distinta adivinar lo que significa una frase. Francesc-Marc Álvaro cae, en este caso, en el mismo error que Sancho Panza.
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