lunes, 1 de agosto de 2011

La arrogancia de ciertos asesinos

Como suele ocurrir, el asesino noruego actúa como una estrella y plantea una serie de exigencias tan disparatadas como la abdicación del rey y la dimisión del gobierno de su país como requisito previo para relatar la matanza. Pero aunque sólo hubiera exigido un vaso de agua ya habría puesto en ridículo a todo el sistema. Un asesino no tiene derecho moral a exigir nada y el código penal no debería consentirle que lo hiciera.
Quienes se espantan cada vez que oyen hablar de la cadena perpetua, por considerarla de extremada crueldad, cuestión esta que no admite duda, deberían tener en cuenta esto. Si este asesino noruego se supiera inexorablemente destinado a acabar sus días en la cárcel, confesara o no, actuaría de otra forma. Un asesino no debe poder creerse un triunfador y presentarse como tal, sino que ha de saber que ha perdido.
En España hemos sufrido, y pagado, las chulerías de los asesinos de Marta del Castillo, que se han podido burlar de los policías y de los jueces. Si se hubieran sabido destinados a la cadena perpetua, quizá hubieran dicho dónde está el cadáver, con el fin de que les sirviera para lograr en el futuro un hipotético indulto.
También hemos sufrido las chulerías y burlas y befas de los etarras, y de paso de esos indiferentes sin los cuales no hubiera sido posible la pervivencia de la siniestra banda. Todo el mundo se echa las manos a la cabeza al saber que la legislación noruega permite condenar como mucho a 21 años de cárcel al asesino. Pero los etarras, cuyos crímenes son peores, vienen estando menos tiempo todavía. Con la cadena perpetua no hubiera sido necesario dispersarlos, porque sabiendo que no iban a salir jamás de la cárcel, su planteamiento hubiera sido otro; además, la posibilidad de lograr el indulto les hubiera llevado a actuar de distinta manera. Tampoco hubiera tenido lugar la “huelga de hambre”, que llevó a cabo cierto pájaro de cuenta, ni tendríamos ahora Bildu.


No hay comentarios: