Están unos cuantos despotricando contra las exigencias de Alemania, cosa que se puede considerar de dos modos: o es una cortina de humo o se ignora que la solución está en nuestras manos.
Cuando nos regalaron este sistema que llamamos democrático (y ciertamente es un avance con respecto al anterior), concurrían algunas circunstancias. Una de ellas era la falta de demócratas; casi todos queríamos serlo, pero no basta con desearlo, hay que cambiar cambiar actitudes y torcer algunos hábitos. Otra de las circunstancias era la falta de experiencia democrática.
El resultado fue que quienes se encargaron de reconvertir el sistema dictatorial en uno democrático no se atrevieron del todo y dejaron a los ciudadanos sin más derecho que el del voto. Más adelante se acabaría también la igualdad de todos ante la ley, al politizar la Justicia y desde entonces lo tienen muy difícil si han de pleitear con los ricos.
No sólo no se atrevieron a constituir una auténtica democracia, sino queriéndoselas dar de más demócratas que nadie otorgaron excesivo poder a los nacionalistas y establecieron leyes muy blandas con los grandes criminales.
Todo eso nos ha conducido a la actual situación. Tenemos el mayor número de políticos por cada cien habitantes que ningún otro país. Dando por bueno que los políticos tienen por misión facilitar la vida de los ciudadanos y dado nuestro elevado número de políticos deberíamos estar mejor que ninguna otra nación. Y resulta que vamos a peor. Está claro, pues, que los políticos, encima que no cumplen con la misión que tienen encomendada, dificultan la salida de la crisis, con sus enredos y amenazas.
La salida consiste en cambiar por completo el sistema, aprovechando que las circunstancias acucian y que ya tenemos suficiente experiencia como para saber qué funcionan y qué es lo que conviene evitar.
El gobierno alemán defiende los intereses de Alemania en primer lugar y los de la Unión Europea en segundo. El gobierno español defiende los intereses de la castas política y financiera españolas.
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