Solemos
depositar nuestras esperanzas en ciertos personajes, a veces del
mundo de la política, y atribuirles cualidades que están lejos de
poseer. Pero ellos, llámense González, Aznar, Zapatero o Rajoy, se
empeñan en ponerse luego a su verdadero nivel.
Referirse
a Rita Barberá puede ser injusto siendo tantos los que meten la pata
diariamente, pero
puede aparecer en representación de todos. Hay modos de actuar que son moralmente corruptos, pero
que probablemente son legales y la ciudadanía los tiene
interiorizados como normales. Son las secuelas de vivir en un país
dominado tradicionalmente por las oligarquías que están
acostumbradas a hacer lo que les da la gana sin dejar a los demás
más que la posibilidad de aplaudir o el derecho al pataleo. De modo
que unos y otros pueden dedicarse a decir burradas sin que nadie se
alarme ni se enoje. Hemos llegado a la situación en la que nos tocan
el bolsillo a base de bien -podría considerarse como un atraco-,
cuando lo correcto sería reducir a la tercera parte el número de
los políticos. Total, para lo que sirven...
Rita
Barberá se ha encarado con la conductora de un autobús y eso da
idea de su nivel. Ella se encara con la conductora cuando le da la
gana, pero si la conductora hubiera querido hablar con ella lo
hubiera tenido difícil. El sistema español no puede considerarse
como plenamente democrático, pero es que tampoco hay muchos
demócratas en España.
Otra
burrada en la que suele caer Barberá se refiere a Bankia, un
problema específico del PP que este partido viene resolviendo muy
mal, porque en lugar de atender al interés general ha tratado de
solucionar los problemas particulares de algunos, con lo cual se ha
empeorado todo. Barberá, en lugar de disculparse por la gestión de
Bancaja, dice que la Caja Madrid también fue mala. ¿Qué ganamos
con eso?
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