viernes, 1 de junio de 2012

El suicidio de España

Vivimos una situación dramática en la que lo conveniente sería que todos los españoles fuésemos a una, y lo más probable es que si lo hubiésemos hecho así ya no estaríamos en crisis. Sin embargo, el sistema político que se nos ha dado nos aboca al sectarismo. Y por ahí vamos. Llevamos a cabo actitudes suicidas que llenan de desconcierto a los inversores internacionales, y también a los propios, pero esto es otra historia.
Debo de haber escrito más de una vez, aunque me da pereza buscarlo, que difícilmente Rajoy nos hubiera llevado a una catástrofe como la que se produjo con Zapatero, pero que una vez en el hoyo no veía capacitado al actual presidente del gobierno para sacarnos de él. No debo de ser el único en pensar así porque no hay quien crea en Rajoy, o eso parece.
En realidad, nadie se fía de nadie. Y esa es la cuestión. En España, los oligarcas están acostumbrados a campar a sus anchas, y en este sistema que nos dicen que es democracia han seguido haciéndolo, y ahora da la impresión de que hay muchas cosas debajo de las alfombras que no conviene a muchos que se vean.
El fundamento de la crisis es la falta de confianza, y eso sí que lo sabía Zapatero. Quizá Rajoy también lo sabe, pero también puede ser que pensara inocentemente que bastaría con que presidiera él gobierno para que volviera la confianza.
No es así, ya debería haberse dado cuenta, y el paso siguiente para que todo el mundo comience a confiar puede ser tildado como heroico, al menos para alguien tan pusilánime como él. Conseguir que un número considerable de españoles vaya en la misma dirección no es tarea fácil. Lograr que el dinero español que ha salido de España vuelva no está al alcance de cualquiera. El dinero siempre es cobarde. Pero Rajoy, que no ha dudado a la hora de recortar cosas sagradas, menos debería dudar a la hora de tirar de la manta.

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