Para
una persona normal las víctimas del terrorismo son, en primer lugar,
víctimas; en segundo lugar pueden ser aficionadas al ajedrez, a la
música, de derechas o de izquierdas. Para una persona sectaria, las
víctimas del terrorismo son, en primer lugar, de derechas o de
izquierdas.
La
gente sectaria pasa por encima del dolor. Y si se trata de un
político profesional, el asunto ya rebasa lo soportable para
convertirse en francamente doloroso para cualquiera que pueda ponerse
en el lugar de las víctimas.
Para
entrar en situación, conviene recordar, una vez más, que los
partidos cuyo voto recomienda Eta que se vote, o que le complace a
Eta que se les vote, vienen obteniendo algo así como 300000 votos. Y
para conocer a estos votantes, a los que cabe catalogar, de forma
suave, como pájaros de cuenta, no hay nada como leer Mal
consentido. Hay que recomendar este libro, tan útil en todos los
órdenes de la vida, una y otra vez. Pero ese libro es evidente que
no lo van a leer todos esos. Ni Rodolfo Ares tampoco. De lo contrario
no hubiera dicho la burrada.
Ha
criticado a Consuelo Ordóñez porque ella ha visitado al asesino de
su hermano. Y luego ha hecho unas declaraciones. Y no le parece bien
que ella haga declaraciones. Y puesto que las ha hecho y han obtenido
audiencia, a eso le llama circo mediático. Y yo no sé cómo
llamarle a él.
Resulta
que los presos de Eta, dado que gozan de tantas simpatías en el País
Vasco, gozan de muchos beneficios penitenciarios y Consuelo Ordóñez
ha ido a ponerlo de manifiesto, sin que ello signifique que nos
descubra el Mediterráneo, pero ha sido suficiente para que alguno se
moleste, y sin asomo de vergüenza por su parte, lo ha dicho.
¿Vergüenza? La vergüenza es algo que se echa de menos en la
política española.
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