domingo, 26 de enero de 2014

Calle de Samaranch

Habrá que esperar algún tiempo para que Samaranch tenga una calle en Barcelona. En España no hay hábitos demócraticos. Ni siquiera se atisban entre los componentes de la clase política, tan acostrumbrados a la disciplina de partido.
Abundan, en cambio, los que se creen con derecho a repartir o a denegar credenciales de demócrata mediante criterios peregrinos. Juan Antonio Samaranch naciò en 1920 y murió en 2010, de modo que buena parte de su vida transcurrió en el periodo franquista. Hay que ver las sucesivas portadas de La Vanguardia para darse cuenta de la gran cantidad de franquistas que había en Cataluña. Quienes le han denegado la calle, de haber nacido en la misma época que él, es muy probable que hubieran sido franquistas.
Samaranch llegó a tener gran relevancia, no nacional sino internacional y utilizó su influencia y sus habilidades en beneficio de España. No hay más que recordar los Juegos Olímpicos de Barcelona. Cualquiera que haya vivido un poco sabe que el agradecimiento es propio de los espíritus selectos. Un espíritu selecto nunca sería nacionalista, porque esta es una ideología, y cabría decir que es una religión, basada en el odio. Este detalle no se puede negar, porque cuando se celebra una derrota es para que siga encendida la llama del odio. Los nacionalistas se nutren de la sed de venganza. He aquí, pues, que ahora vivimos tiempos distintos de aquellos por los que se pide venganza. Y la duda que surge es si realmente los líderes nacionalistas quieren venganza o vivir del cuento.
Samaranch hizo mucho por Barcelona y por Cataluña, y Jordi Pujol, Artur Mas y otros similares hacen un daño irreparable a Cataluña. Sin embargo, los que mandan en Cataluña son ellos, así que su labor destructora continúa. Pero todo el poder que tienen ahora no es bastante para evitar que más pronto que tarde Samaranch tenga muchas calles dedicadas en Cataluña.

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