lunes, 6 de enero de 2014

La fiesta de los niños

No tengo nada contra ninguno de esos seres maravillosos, cada uno en un país distinto, que traen regalos a los niños en unas fechas determinadas. Cuestión distinta es la de ese que se han inventado los nacionalistas vascos, pero esa otra historia, risible y dramática al mismo tiempo.
Tengo para mí que la imitación, a la que tan proclive es el género humano, funciona bien cuando se lleva a cabo de forma inconsciente. Lo que ocurre es que en este caso el proceso es muy lento y esta lentitud hace que sus efectos sean duraderos. Cuando se hace de forma consciente se suelen imitar cosas innecesarias o no aconsejables.
Los países en los que Papá Noel, también conocido como Santa Claus, ejerce su influjo benéfico tienen otras costumbres dignas de imitación y, sin embargo, muchos padres españoles han dado por adoptar a este personaje, pensando en los niños, pero sin tener en cuenta a los niños. Aducen razones prácticas: los niños pueden disfrutar de los juguetes durante las vacaciones. Olvidan que los niños disfrutan de las vacaciones con o sin juguetes; son los padres los que disfrutan viendo jugar a los niños con los juguetes que les han comprado.
Ocurre que los pequeños viven entre adultos. Éstos, frecuentemente, tienen vocación castradora y alienante, sólo que no lo saben. Los niños, para sobrevivir en ese mundo que a menudo trata de impedirles que sean niños crean un espacio lleno de fantasía e ilusión y se instalan en él. En España, la cumbre de ese mundo infantil está ocupado por los Reyes Magos. Cada niño español sabe que ellos lo saben valorar y entender. Cuando un niño se siente incomprendido por este, por aquél, o por el otro, se refugia en los Reyes Magos. Ellos sí que saben quién es.
Y ahora les meten otra figura fantástica en el pensamiento. Un niño de seis o siete años ya tiene suficiente capacidad lógica para percatarse de que no puede ser que haya Papá Noel y Reyes Magos a la vez. Pero no se percatan ni los de nueve porque no les conviene. Su instinto de supervivencia les protege. Necesitan creer en un ser mágico.
 

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