martes, 28 de enero de 2014

Lo del paseíllo de la Infanta

Teóricamente, todo el mundo está en contra de la impunidad. Y digo teóricamente, porque algunos dan la impresión de que la quisieran para los suyos.
Lo deseable, y exigible, es que la Infanta no tenga privilegios ante la ley. Pero querer someterla a otras penas, como la citada del paseíllo entra en el campo del sadismo. Ha ocurrido con otros y en algunos casos los acusados han sido absueltos, pero lo que han tenido que sufrir con el paseíllo, o pena del telediario, no se lo quita nadie.
Que lo hayan sufrido otros no significa que sea justo, sino que hay gente morbosa. Empeñarse en que la Infanta tenga que pasar por ese trance entra dentro de ese campo.
Es lamentable que las cosas hayan llegado a estos exremos. Es obvio que los controles que debe tener un Estado democrático han estado fallando durante muchos años. Pero ningún gobierno se siente responsable.
También han fallado los controles a los que teóricamente están sometidos los bancos y las cajas de ahorros. Esa falta de control nos ha salido muy cara a casi todos. Digo a casi todos porque a los responsables no les ha salido tan cara. Los bancos que tienen negocio en el extranjero han podido hacer creer que ellos no metieron la pata, pero han subido las comisiones. Los que no tienen negocio en el extranjero y sobreviven lo pasan peor. Los directivos responsables del desaguisado, por lo general, se han forrado. Está por ver que alguno o algunos de ellos vayan a la cárcel y por cuánto tiempo.
Los que tenían que vigilar, y cobran de los españoles para eso, se han salido de rositas. En el caso Millet, que es un buen ejemplo porque duró mucho tiempo, ninguno de los que teóricamente debían controlar el dinero de los impuestos ha recibido ningún castigo.
O sea, que una cosa es pedir que la ley sea igual para todos y funcione, y otra ensañarse con un personaje.

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