lunes, 13 de enero de 2014

Urcullu como garante

El asunto, se mire por donde se mire, es estrambótico. Hay una banda que ha matado, mutilado y secuestrado, y ahora dice que en adelante se portará bien y el presidente de un partido caracterizado por su obsesión en recoger nueces se ofrece como garante de que será así.
Al leer esta noticia he querido repasar la biografía de Gregorio Ordóñez, como podría haber hecho con la de cualquiera de quienes han sufrido en sus carnes la violencia etarra. Tengo el libro Vidas rotas. Y yo le recomendaría a ese Urcullu que lo comprara también, y no sólo eso, sino que además lo difundiera por todas las ikastolas y casas de cultura del País Vasco.
Supongo que el interés de Urcullu por Gregorio Ordóñez y los que como él sufrieron la bestialidad de los etarras no es muy grande. Si lo fuera, no hubiera ido a la manifestación del Día del Orgullo Criminal Vasco.
¿Para qué necesitará el gobierno un garante de este tipo? Diríase que Urcullu nos toma por tontos, pero lo que ocurre es que, en realidad, los destinatarios de su oferta no son aquellos a los que supuestamente se dirige, sino a esa otra masa contaminada de ignominia y podredumbre que corea los eslóganes más abyectos, las consignas más depravadas. Como esos tipos tan viles votan, resulta que Urcullu y otros impresentables tratan de pescar en ese caladero de votos.
El citado ofrecimiento de Urcullu es indigno en sí mismo, pero eso es obvio que a él no le importa. Quienes realmente tengan interés en la ética podrían enfrascarse en la lectura de Mal consentido, un libro que, junto con el anterior, debe de producirles urticaria a todos esos que acompañan, de forma descarada o encubierta, a los etarras.
Hay columnistas que insultan impunemente a las víctimas del terrorismo. No se entiende que sus periódicos publiquen esas infamias.

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