Según una noticia fechada ayer en la Revista Digital San Borondón, para Isidro Fuentes García el mayor pensador que ha habido en España en los últimos sesenta años es Antonio García-Trevijano. Yo no tendría nada que objetar a que piense de este modo si no fuera por el resto del reportaje. Así, cuando alude a que la Constitución que redactó para Guinea Ecuatorial no se pudo poner en práctica, porque fue sustituida por la de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, conviene tener en cuenta que España, lamentablemente, no hizo escuelas en Guinea, por lo que la mayor parte de la población está por alfabetizar. Mal puede un pueblo atrasado asumir una Constitución, sea cual sea de las dos) que ha sido redactada por una persona culta y erudita.
En lo que respecta a su afirmación de que se dejó de lado a García-Trevijano durante la Transición, porque no estuvo de acuerdo con el modo de llevarla a cabo, y con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, se puede afirmar que el número de errores cometidos fue grande, pero que podemos felicitarnos de que saliera como salió, pues la cosa pudo ser bastante peor. Fue el PSOE, el partido que se creía más demócrata de todos, el que enterró a Montesquieu. No se trató de algo pasajero, puesto que el control que ejerce ahora Zapatero sobre el partido es mucho mayor del que pudieron soñar jamás Felipe González y Alfonso Guerra. Por su parte, Santiago Carrillo, cuya más útil aportación al mundo probablemente fue su contribución al buen fin de la Transición, cada vez que dice algo pone de manifiesto el odio y el rencor que anidan en su corazón.
Cabe decir, casi con total seguridad, que si no hubiera estado Adolfo Suárez en el puente de mando durante el proceso transitorio, la cosa hubiera podido resultar catastrófica. Por otro lado, si se buscan los antecedentes democráticos en el pueblo español, que hubieran empujado hacia la creación de un sistema democrático real, lo que aparece es la costumbre totalitaria. Pero la democracia real debe de estar al caer. La gente cada vez cree menos en el sistema. Llegará un momento en que se desmoronará el edificio y habrá que rehacerlo. Los políticos deberían anticiparse y hacer la reforma voluntariamente y no dejar que llegue el momento en que haya que hacerlo por obligación.
En lo que respecta a su afirmación de que se dejó de lado a García-Trevijano durante la Transición, porque no estuvo de acuerdo con el modo de llevarla a cabo, y con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, se puede afirmar que el número de errores cometidos fue grande, pero que podemos felicitarnos de que saliera como salió, pues la cosa pudo ser bastante peor. Fue el PSOE, el partido que se creía más demócrata de todos, el que enterró a Montesquieu. No se trató de algo pasajero, puesto que el control que ejerce ahora Zapatero sobre el partido es mucho mayor del que pudieron soñar jamás Felipe González y Alfonso Guerra. Por su parte, Santiago Carrillo, cuya más útil aportación al mundo probablemente fue su contribución al buen fin de la Transición, cada vez que dice algo pone de manifiesto el odio y el rencor que anidan en su corazón.
Cabe decir, casi con total seguridad, que si no hubiera estado Adolfo Suárez en el puente de mando durante el proceso transitorio, la cosa hubiera podido resultar catastrófica. Por otro lado, si se buscan los antecedentes democráticos en el pueblo español, que hubieran empujado hacia la creación de un sistema democrático real, lo que aparece es la costumbre totalitaria. Pero la democracia real debe de estar al caer. La gente cada vez cree menos en el sistema. Llegará un momento en que se desmoronará el edificio y habrá que rehacerlo. Los políticos deberían anticiparse y hacer la reforma voluntariamente y no dejar que llegue el momento en que haya que hacerlo por obligación.
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