Aunque es suficientemente sabido, no está de más recordar que para Julián Marías los dos grandes males del siglo XX fueron la aceptación social del aborto y la popularización de las drogas. En lo que a mí respecta, ya he explicado algunas veces que la legalización del aborto fomenta el egoísmo y establece la preponderancia del fuerte sobre el débil.
Por otro lado, no queda más remedio que reconocer que para algunas mujeres, que inesperadamente se han quedado embarazadas, resulta totalmente imposible, o al menos ellas lo ven así, criar al hijo que esperan. La sociedad es inmadura, tiene muchas carencias, y no puede resolver este problema. Por mucho que duela un aborto, no se puede criticar que una mujer en estas condiciones lo haga. Más difícil es comprender cuando se produce por motivos caprichosos o egoístas. Sin embargo, vivimos en un mundo caprichoso y egoísta. Las mujeres que lo pueden pagar, abortan; si no puede ser en un sitio buscan otro. Las que no pueden pagar, a veces arriesgan sus vidas.
Hay que luchar contra el aborto y el camino es largo. Pero esta lucha debe llevarse a cabo con realismo. Esto significa que los esfuerzos deben estar dirigidos a mejorar la sociedad, cada uno en aquello en lo que pueda. Cada uno debe intentar ser mejor persona, menos egoísta, más preocupado por el prójimo. Quienes dicen estar en contra del aborto deben demostrar que quienes ya han nacido les interesan tanto como quienes están por nacer.
La campaña del lince, sin embargo, no tiene nada que ver con eso. No intenta convencer a nadie, puesto que el mensaje, tan simplificador y fuera de sitio, no puede ser tomado como un argumento. Lo que pretende esa campaña, a todas luces, es producir un impacto emocional en los ya convencidos. Probablemente, para que no se pasen al otro bando. Quienes la lanzan demuestran tener muy poca fe en ellos. Y poco respeto.
Por otro lado, no queda más remedio que reconocer que para algunas mujeres, que inesperadamente se han quedado embarazadas, resulta totalmente imposible, o al menos ellas lo ven así, criar al hijo que esperan. La sociedad es inmadura, tiene muchas carencias, y no puede resolver este problema. Por mucho que duela un aborto, no se puede criticar que una mujer en estas condiciones lo haga. Más difícil es comprender cuando se produce por motivos caprichosos o egoístas. Sin embargo, vivimos en un mundo caprichoso y egoísta. Las mujeres que lo pueden pagar, abortan; si no puede ser en un sitio buscan otro. Las que no pueden pagar, a veces arriesgan sus vidas.
Hay que luchar contra el aborto y el camino es largo. Pero esta lucha debe llevarse a cabo con realismo. Esto significa que los esfuerzos deben estar dirigidos a mejorar la sociedad, cada uno en aquello en lo que pueda. Cada uno debe intentar ser mejor persona, menos egoísta, más preocupado por el prójimo. Quienes dicen estar en contra del aborto deben demostrar que quienes ya han nacido les interesan tanto como quienes están por nacer.
La campaña del lince, sin embargo, no tiene nada que ver con eso. No intenta convencer a nadie, puesto que el mensaje, tan simplificador y fuera de sitio, no puede ser tomado como un argumento. Lo que pretende esa campaña, a todas luces, es producir un impacto emocional en los ya convencidos. Probablemente, para que no se pasen al otro bando. Quienes la lanzan demuestran tener muy poca fe en ellos. Y poco respeto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario