lunes, 16 de marzo de 2009

Se equivoca Juan Manuel de Prada

El desinterés por los problemas y angustias del prójimo, en nuestra sociedad, con mucha frecuencia es antológico. Un alto dignatario eclesiástico, de esos que ponen el grito en el cielo cuando unos padres deciden concebir un niño para salvar al hermano y luego tener dos hijos, puede fotografiarse sonriente con un acosador psicológico o con un político corrupto.
Es imposible comenzar la casa por el tejado. No se pueden cambiar las costumbres ni las apetencias de la gente con leyes ni con diatribas. Ni tampoco con discursos teóricos. La diferencia que hay entre predicar y dar trigo es muy conocida. Son muchos los que mueren cada día de hambre, sufren situaciones injustas o son pisoteados impunemente, ante la indiferencia general. Es muy justo y muy noble defender los embriones humanos, pero quienes insultan a quienes no piensan como ellos en este punto tendrían más crédito si se preocuparan también por combatir las injusticias cotidianas, concretamente las que tienen lugar ante sus ojos.
Juan Manuel de Prada ha escrito un artículo cuyo título, Bebés medicamento, resulta ofensivo tanto para Javier, el niño concebido para salvar a su hermano, como para Andrés, el niño que se ha curado de su Anemia Congénita Severa. Este título también puede empañar la felicidad que ahora mismo deben sentir los padres de ambos niños. Por el camino se han quedado unos óvulos y hubiera sido mejor que hubieran podido nacer todos. Pero se trataba de elegir entre ellos y Andrés.
Dice Juan Manuel de Prada que la ciencia tiene otras posibilidades. Yo di médula ósea hace más de veintes años. Desde entonces figuro en la base de datos mundial. Deben haber sido muchos los que hayan necesitado un trasplante de médula ósea, pero la mía no ha sido compatible con la de ninguno de ellos, puesto que no me han avisado. La compatibilidad no es tan frecuente como sería deseable.

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