Los atroces crímenes de Josef Fritzl han conmovido al mundo entero. Sin embargo, conviene caer en la cuenta de que no escasean quienes perpetran maldades contra otras personas de modo consciente y continuado. Y saben encontrar coartadas con las que justifican sus malas acciones, que también minimizan. Las personas que cometen maldades a conciencia y de forma continuada y además minimizan el daño que hacen, con lo que ello significa de desprecio a sus víctimas, son malas. Estando sumergidas en el mal, lo mismo da estar un centímetro por debajo del nivel que diez metros. Quien se sumerge en el mal un centímetro, si se dan las circunstancias precisas puede bajar al fondo.
En las pasadas elecciones en el País Vasco, estaban representadas todas las ideologías habidas y por haber. Sin embargo, cien mil de los vascos decidieron mantener su fidelidad a ETA. Han podido votar a Aralar, que viene a ser como ETA, pero sin atentados, en plan pacífico. Pero estos fulanos han querido mantenerse fieles a los sanguinarios etarras. Puede decirse, sin temor a exagerar, que estos cien mil vascos son como Josef Fritzl. Cien mil monstruos de maldad. Puesto que se resisten con tanta terquedad a abandonar el mundo del mal, habría que celebrar el hecho de que hayan sido apartados de la política. En democracia vale igual el voto de una persona sabia que la de la más ruin de todas. Las cosas son así y no se pueden remediar, porque en este caso se empeorarían. La cuestión es que nadie les ha impedido votar, han sido ellos mismos quienes han optado por ETA.
El empecinamiento de los nacionalistas vascos en el intento de deslegitimar las elecciones, porque el resultado no les sirve, les deslegitima a ellos moralmente.
En las pasadas elecciones en el País Vasco, estaban representadas todas las ideologías habidas y por haber. Sin embargo, cien mil de los vascos decidieron mantener su fidelidad a ETA. Han podido votar a Aralar, que viene a ser como ETA, pero sin atentados, en plan pacífico. Pero estos fulanos han querido mantenerse fieles a los sanguinarios etarras. Puede decirse, sin temor a exagerar, que estos cien mil vascos son como Josef Fritzl. Cien mil monstruos de maldad. Puesto que se resisten con tanta terquedad a abandonar el mundo del mal, habría que celebrar el hecho de que hayan sido apartados de la política. En democracia vale igual el voto de una persona sabia que la de la más ruin de todas. Las cosas son así y no se pueden remediar, porque en este caso se empeorarían. La cuestión es que nadie les ha impedido votar, han sido ellos mismos quienes han optado por ETA.
El empecinamiento de los nacionalistas vascos en el intento de deslegitimar las elecciones, porque el resultado no les sirve, les deslegitima a ellos moralmente.
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