Escribió ayer Josep Lluis Carod Rovira –espero haberlo puesto bien- un artículo en El País, que tituló Economía de la responsabilidad. En primer lugar, no sé si se le puede preguntar a la responsabilidad por su economía, pero me temo que no.
Ahora bien, si se obvia el título y se pasa al contenido del artículo, casi todo él escrito en tono grave y solemne, y digo casi todo porque al final hay un toque demagógico contra las entidades bancarias. Pero lo que piensa el lector es que ese tono grave probablemente esconde una gran juerga, como ya se ha visto que ocurre en el caso de Zapatero, en el interior del articulista.
El tal artículo abunda en lugares comunes y obviedades y, como ya se ha dicho, lo remata con el ataque demagógico a los bancos. ¡Ojalá hubieran sido antes de la crisis la mitad de prudentes de lo que son ahora! Olvida Carod-Rovira el punto crucial de la cuestión, como es el hecho de que los principales culpables son los políticos, así que debería haber comenzado por disculparse; otro punto importantísimo es el derroche de los políticos, cosa que se ha callado. Estamos hipotecando a las generaciones venideras, en el intento de solucionar la crisis. Bien estaría que en lugar de ello las distintas Administraciones Públicas ahorrasen todo lo que pudiesen. Bien estaría, por ejemplo, que las Comunidades Autónomas devolvieran al Estado aquellas competencias que funcionan mejor si se centralizan, como la Sanidad, la Educación o la Justicia.
Más acertado que Carod-Rovira está Antonio Garrigues Walker, que en su artículo Es la hora, pide un pacto entre todos los partidos, aunque tampoco le falta su toque de vanidad: “pienso que fui el primero en proponerlo”, dice. ¿Primero que quién?
Pero el partido de Carod-Rovira no puede acceder a un pacto como ese.
Ahora bien, si se obvia el título y se pasa al contenido del artículo, casi todo él escrito en tono grave y solemne, y digo casi todo porque al final hay un toque demagógico contra las entidades bancarias. Pero lo que piensa el lector es que ese tono grave probablemente esconde una gran juerga, como ya se ha visto que ocurre en el caso de Zapatero, en el interior del articulista.
El tal artículo abunda en lugares comunes y obviedades y, como ya se ha dicho, lo remata con el ataque demagógico a los bancos. ¡Ojalá hubieran sido antes de la crisis la mitad de prudentes de lo que son ahora! Olvida Carod-Rovira el punto crucial de la cuestión, como es el hecho de que los principales culpables son los políticos, así que debería haber comenzado por disculparse; otro punto importantísimo es el derroche de los políticos, cosa que se ha callado. Estamos hipotecando a las generaciones venideras, en el intento de solucionar la crisis. Bien estaría que en lugar de ello las distintas Administraciones Públicas ahorrasen todo lo que pudiesen. Bien estaría, por ejemplo, que las Comunidades Autónomas devolvieran al Estado aquellas competencias que funcionan mejor si se centralizan, como la Sanidad, la Educación o la Justicia.
Más acertado que Carod-Rovira está Antonio Garrigues Walker, que en su artículo Es la hora, pide un pacto entre todos los partidos, aunque tampoco le falta su toque de vanidad: “pienso que fui el primero en proponerlo”, dice. ¿Primero que quién?
Pero el partido de Carod-Rovira no puede acceder a un pacto como ese.
1 comentario:
Yo trato, pero mira que me cuesta entender la política española, y las autonomías, y el lío del Lendakari, y los catalanes. Y vaya por Dios.
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