lunes, 27 de abril de 2009

Antiabortistas agredidos

Un grupo de jóvenes agredió de forma brutal a unos voluntarios de Derecho a Vivir (DAV), que recogían firmas en contra de la ley que prepara el gobierno sobre el aborto, y también a un ciudadano chileno que estaba firmando. La prescindible ministra de Igualdad, Aído, tachó anteriormente de fundamentalistas a quienes se oponen a su reforma.
La ministra no sabe lo que dice, evidentemente, y puesto que su palabra, mientras su palabra, mientras esté respaldada por Zapatero, es la que vale, cree que sus argumentos son mejores que los de sus opuestos. Julián Marías para ella, un don nadie. Lo cierto es que en el campo teórico el aborto tiene una defensa difícil. Un óvulo fecundado es un proyecto de vida único e irrepetible, y totalmente indefenso, por lo que se ve. En la práctica cambia la cuestión, la práctica abortiva parece irrefrenable, al menos en nuestros días.
Lo que vemos a diario es un desinterés total y absoluto hacia la maldad que se ejerce contra otros; sólo se suele protestar contra la injusticia cuando se vuelca contra uno mismo. Si se ejerce contra otro, y de modo impune, es más frecuente que se engrose el número de los verdugos y más raro que alguien socorra a la víctima. Estampar una firma en un documento es más fácil que correr riesgos a favor de la justicia. Los embriones que no son queridos por sus madres lo tienen muy difícil.
Aparte de que el egoísmo impera en nuestra sociedad de modo incontestable, y es buena parte culpable de la crisis que vivimos, fomentar la intolerancia y el dogmatismo, como hace la tal ministra Aído, no ayuda a la convivencia. Recoger firmas es un acto democrático. Y si se consiguen más de las que quisiera el gobierno, lo democrático es aceptar los deseos de la mayoría. Por esa razón le soportamos a él.

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