sábado, 25 de abril de 2009

De la Vega, ineficiente

La vicepresidenta del gobierno, que a veces presume de valenciana, tiene como una de sus principales misiones la de procurar que todos los servicios del Estado funcionen como es debido; procede, además, del mundo de la judicatura. Debería, por tanto, sentirse ofendida en su estima ante tantas filtraciones y haber ordenado de inmediato una investigación, para averiguar quién entrega a El País los documentos y las cintas, y haber evitado que volviera a ocurrir.
Da la impresión de que no ha hecho nada de ello, lo que demuestra que el funcionamiento de las instituciones le importa poco. Por el contrario, no sólo no está molesta de que se hayan filtrado documentos, siendo su obligación evitar que se produzca ese hecho, sino que además utiliza los elementos filtrados para escarnecer a sus oponentes. Mayor prueba de despajo no hay.
Cabe decir que De la Vega es una política profesional, es decir de esas que hacen de la política su profesión, en el sentido de que viven de ella. Y se entiende que como tal política profesional trate de desprestigiar a sus rivales, aunque para ello utilice pruebas fraudulentas que ella misma debería custodiar, con el fin de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible. Pero lo que nos interesa a los ciudadanos es que funcionen las instituciones. Poco importa que lo de Camps sea cierto o no, cosa que deberían dilucidar los jueces, sino que tal y como van transcurriendo las cosas hay motivo para pensar muy mal de la clase política en general.
Se puede pensar que en algún lugar de la Administración Pública hay cientos, o miles, de grabaciones, de muchos personajes y que se filtran algunos. Los ciudadanos podemos sospechar que hay mucha corrupción, porque los políticos se lanzan puyas entre ellos en este sentido. Pero hasta no se cambie completamente el sistema no se acabará con ella.

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