Hay un ambiente en Cataluña que lo condiciona todo, que no admite réplica, que obliga a ponerse anteojeras para vivir en paz. Si alguien osa poner un poco de cordura, intentar atisbar la cuestión de modo independiente, puede que se le responda con esa grosería que tan de moda se ha puesto: háztelo mirar.
Puesto que no hay otra opción, y con el fin de evitar una polémica que de otro modo sería interminable, surge la tentación de decir que sí, que los catalanes lo hacen todo mejor, incluso rezan mejor. El periodista Oriol Domingo, en su artículo “Contrastes y similitudes episcopales entre Valencia y Barcelona”, explica que “en Valencia una catolicidad eclesiástica se manifiesta con estilo fallero.” Nada más falta que diga que se cocina una paella en el suelo de la Catedral. O ante el altar de la Virgen de los Desamparados.
“En Barcelona, se pone el acento en la discreción y la profundidad de la liturgia eclesial con sus gestos, silencios, cánticos y plegarias.”, añade. Lo serio, lo formal, lo europeo es lo catalán. El País Valenciano, al que se refieren ellos, es tierra conquistada, algo de su propiedad, cuyos habitantes, frívolamente, no quieren reconocer las verdades científicas, las evidencias clamorosas. Y si no, ahí está Jordi Pujol, ese prodigio humano para explicarlo.
La Iglesia, por su parte, demuestra su capacidad para adaptarse al terreno. En el País Vasco sabe comprender a los etarras e incluso hay obispos que alguna vez han telefoneado a De Juana. El episcopado catalán, por su parte, sabe servir a la causa nacionalista. El arzobispo que acaba de llegar a Valencia pronto aprenderá a navegar por esta parte del Mediterráneo.
Oriol Domingo, y quienes piensan como él, están convencidos de que las cosas son como a ellos les gustaría que fueran.
Puesto que no hay otra opción, y con el fin de evitar una polémica que de otro modo sería interminable, surge la tentación de decir que sí, que los catalanes lo hacen todo mejor, incluso rezan mejor. El periodista Oriol Domingo, en su artículo “Contrastes y similitudes episcopales entre Valencia y Barcelona”, explica que “en Valencia una catolicidad eclesiástica se manifiesta con estilo fallero.” Nada más falta que diga que se cocina una paella en el suelo de la Catedral. O ante el altar de la Virgen de los Desamparados.
“En Barcelona, se pone el acento en la discreción y la profundidad de la liturgia eclesial con sus gestos, silencios, cánticos y plegarias.”, añade. Lo serio, lo formal, lo europeo es lo catalán. El País Valenciano, al que se refieren ellos, es tierra conquistada, algo de su propiedad, cuyos habitantes, frívolamente, no quieren reconocer las verdades científicas, las evidencias clamorosas. Y si no, ahí está Jordi Pujol, ese prodigio humano para explicarlo.
La Iglesia, por su parte, demuestra su capacidad para adaptarse al terreno. En el País Vasco sabe comprender a los etarras e incluso hay obispos que alguna vez han telefoneado a De Juana. El episcopado catalán, por su parte, sabe servir a la causa nacionalista. El arzobispo que acaba de llegar a Valencia pronto aprenderá a navegar por esta parte del Mediterráneo.
Oriol Domingo, y quienes piensan como él, están convencidos de que las cosas son como a ellos les gustaría que fueran.
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