martes, 14 de abril de 2009

Obama y Cuba

Sabe Obama que sus posibilidades de éxito frente a la crisis se basan, sobre todo, en el optimismo que logre irradiar, en la confianza que los estadounidenses tengan en él. Nada que ver con lo que ocurre aquí con nuestro Zapatero, de quien ya no se fía nadie, y menos que nadie Maleni, que se tuvo que enterar de su cese por la radio. El propio Zapatero también confía en Obama para la solución de los problemas y de ahí que centre sus esfuerzos en desacreditar al PP, en lugar de buscar un pacto de Estado.
Consciente de la situación, el líder estadounidense procura hacer gestos que refuercen la idea de renovación, que es la que le llevó hasta el cargo que ocupa. A veces se equivoca, claro. Queremos que sea Superman y sólo es Obama. No obstante, esta última opción es, probablemente, mejor que la primera. Uno de estos gestos ha consistido en levantar algunas restricciones a Cuba.
Fidel Castro, que indudablemente sabe lo que se juega, pues teme que los vientos de cambio que representa Obama se lleven su régimen por delante, incluso antes de que se muera, se ha apresurado a salir al paso, para hacer ver que Estados Unidos sigue siendo el enemigo. Lo tiene fácil, pues sus seguidores, por puro instinto de supervivencia, carecen de espíritu crítico. Una dictadura puede buscar todos los errores de las democracias y criticarlos e intentar utilizarlos en beneficio propio. Pero en cuanto los partidarios de una dictadura miran hacia dentro han de cerrar los ojos, a fin de no ver las cárceles, de no ver los silencios forzados, de no ver los temores. En una dictadura, no se termina de saber nunca con quién se juega uno los cuartos. Obama quizá sepa que las dictaduras siempre acaban por desaparecer. Buen intento el suyo de que el optimismo se esparza por la isla.

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