En un artículo publicado hoy en El Mundo, Adolfo Suárez Illana, hace recordar algunos aspectos de su padre, lo cual es motivo de alegría. Lo que propone puede parecer de difícil cumplimiento, o imposible, para algunos. Y sin embargo es tremendamente lógico y necesario. Consiste en que el PP preste al PSOE los votos que necesite para ir sacando las propuestas que presente en el Parlamento sean aprobadas, y sólo esos.
La finalidad, se puede presumir fácilmente, es que el gobierno no se vea obligado a negociar esos votos que necesita a cambio de fuertes sablazos al presupuesto. El articulista, como su padre, mira por España, o sea, por todos los ciudadanos, y no por sí mismo o su partido, como es lo habitual. La propuesta viene motivada por los defectos del sistema español. Por tanto, antes de tildar de descabellada esa idea conviene fijarse en peor todavía sería no tenerla en cuenta.
Adolfo Suárez González se propuso llevar a buen puerto la Transición y lo consiguió. No se le pueden achacar los defectos de nuestra democracia, puesto que en las negociaciones participaron todos los partidos. Él supo crear el clima de consenso necesario para que llegaran a buen puerto. El resultado final es mejorable, cosa que cada vez es más evidente, y es lo que motiva que la propuesta de Adolfo Suárez Illana tenga sentido.
Pero no cabe achacar tampoco todas las culpas a los negociadores, ni a su capacidad para prever situaciones futuras, sino que sobre todo hay que tener en cuenta la escasa experiencia democrática de los españoles. Si el pueblo español hubiera tenido una gran conciencia democrática, lo que surgió de la Transición hubiera ido mejorándose y perfeccionándose. Al no ser ésta la realidad, los que se han aumentado y engrandecido han sido los defectos. Sería maravilloso que un hijo de Adolfo Suárez hiciera la segunda Transición.
La finalidad, se puede presumir fácilmente, es que el gobierno no se vea obligado a negociar esos votos que necesita a cambio de fuertes sablazos al presupuesto. El articulista, como su padre, mira por España, o sea, por todos los ciudadanos, y no por sí mismo o su partido, como es lo habitual. La propuesta viene motivada por los defectos del sistema español. Por tanto, antes de tildar de descabellada esa idea conviene fijarse en peor todavía sería no tenerla en cuenta.
Adolfo Suárez González se propuso llevar a buen puerto la Transición y lo consiguió. No se le pueden achacar los defectos de nuestra democracia, puesto que en las negociaciones participaron todos los partidos. Él supo crear el clima de consenso necesario para que llegaran a buen puerto. El resultado final es mejorable, cosa que cada vez es más evidente, y es lo que motiva que la propuesta de Adolfo Suárez Illana tenga sentido.
Pero no cabe achacar tampoco todas las culpas a los negociadores, ni a su capacidad para prever situaciones futuras, sino que sobre todo hay que tener en cuenta la escasa experiencia democrática de los españoles. Si el pueblo español hubiera tenido una gran conciencia democrática, lo que surgió de la Transición hubiera ido mejorándose y perfeccionándose. Al no ser ésta la realidad, los que se han aumentado y engrandecido han sido los defectos. Sería maravilloso que un hijo de Adolfo Suárez hiciera la segunda Transición.
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