Escribió hace poco Eduardo Punset que el ministerio de Economía no debería encargarse a un funcionario. Ignoro si es por eso por lo que Pizarro vuelve a asomar la cabeza, pero lo hago constar. Ayer estuvo en Valencia y las recetas que pregonó para salir de la crisis tenían relación la mentalidad empresarial: intervenir las entidades que tengan problemas, averiguar quién los ha producido y exigir responsabilidades. (Escucho en un bar que alguien, presumiblemente parado, propone que para solucionar la crisis se instaure la pena de muerte para quienes tengan cláusulas de rescisión de contrato desproporcionadas con respecto a las de los trabajadores. No quiere sangre, prosigue, daría un mes de plazo para que los implicados pudieran regularizar su situación. No sabe que esa medida sería inconstitucional en varios puntos).
La situación es la siguiente: el ministro de referencia del gobierno, Pedro Solbes, que precisamente debatió con Pizarro la situación económica del país, ha dejado el gobierno de mala manera. El gobernador del Banco de España está siendo duramente criticado por los ministros y por unos cuantos pelotilleros más por decir ahora lo que debió decir hace seis años. Quisieran que siguiera mudo, pero él quiere salvar su reputación, como si aún fuera posible. El Banco Popular va a cerrar 300 oficinas, o sea, va a reducir gastos. Pizarro, a pesar de su mentalidad empresarial, no ha propuesto nada parecido. ¿Cuántas oficinas podría cerrar la clase política? ¿Cuánto dinero podrían ahorrar los políticos eliminando lo superfluo? ¿A cuántos hambrientos se podría dar de comer con ese dinero?
No están tan lejanos los días en los que Zapatero decía que el sistema económico español era el más consistente de Europa, y lo raro es que no dijera que del mundo entero. Añadía que España saldría de la crisis antes que nadie. La realidad es que la crisis española excede con creces a las de los países de nuestro entorno y que nuestra salida de ella es la más problemática. Lo que se ha desmoronado es la fe en nuestro sistema político. Esto ni lo dijo Aznar, que cree que lo sabe todo, ni tampoco Pizarro.
La situación es la siguiente: el ministro de referencia del gobierno, Pedro Solbes, que precisamente debatió con Pizarro la situación económica del país, ha dejado el gobierno de mala manera. El gobernador del Banco de España está siendo duramente criticado por los ministros y por unos cuantos pelotilleros más por decir ahora lo que debió decir hace seis años. Quisieran que siguiera mudo, pero él quiere salvar su reputación, como si aún fuera posible. El Banco Popular va a cerrar 300 oficinas, o sea, va a reducir gastos. Pizarro, a pesar de su mentalidad empresarial, no ha propuesto nada parecido. ¿Cuántas oficinas podría cerrar la clase política? ¿Cuánto dinero podrían ahorrar los políticos eliminando lo superfluo? ¿A cuántos hambrientos se podría dar de comer con ese dinero?
No están tan lejanos los días en los que Zapatero decía que el sistema económico español era el más consistente de Europa, y lo raro es que no dijera que del mundo entero. Añadía que España saldría de la crisis antes que nadie. La realidad es que la crisis española excede con creces a las de los países de nuestro entorno y que nuestra salida de ella es la más problemática. Lo que se ha desmoronado es la fe en nuestro sistema político. Esto ni lo dijo Aznar, que cree que lo sabe todo, ni tampoco Pizarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario