miércoles, 15 de abril de 2009

Pobre cultura

A Zapatero le gusta creerse líder, de modo que cuando ve a la muchedumbre caminar en una dirección se pone delante, para imaginar que todos le siguen; y si la muchedumbre cambia de dirección, él también lo hace; la cuestión es caminar siempre delante de todos. Y en ese empeño de ser quien marca la ruta, o parecerlo, no encuentra ningún impedimento para, aprovechando sus prerrogativas, imponer a los demás lo que no quieren.
Ese interés suyo por liderar a las gentes, en lugar de desear servirlas, le lleva a manipular, a tergiversar y a imponer las cosas que quiere, cuando a él le interesa, aunque sea un momento inapropiado para todos, o se trate de algo acerca de lo que no hay ninguna urgencia, ni necesidad.
Con el cambio de ministros y la crisis, la oportunidad de suprimir el ministerio de Cultura la tuvo pintiparada. La cultura requiere libertad para crecer y desarrollarse. En cuanto se la condiciona, con un sueldo o con amenazas, ya pasa a ser otra cosa. Zapatero podría haber suprimido el ministerio de Cultura y con ello podría haber pedido que suprimiera también la onerosa AVL, en la que
tantos millones llevamos gastados innecesariamente, puesto que hay otras alternativas bastante más económicas.
Zapatero no sólo no ha suprimido el ministerio de Cultura, sino que ha nombrado para el cargo a quien menos simpatías podía despertar, lo que ha propiciado que de inmediato hayan surgido una serie de iniciativas, que enseguida han encontrado amplio respaldo popular, exigiendo la dimisión de la ministra González-Sinde. Sin ir más lejos, la propia Asociación de Internautas tilda el nombramiento como una provocación de Zapatero contra internet. La ministra pide que no se le tenga miedo, puesto que lo que pretende es dialogar. Lo malo es que ya está todo dicho, no hay argumentos nuevos. ¿Qué pretende entonces?

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