martes, 5 de abril de 2011

El peligro Grisolía

El científico Santiago Grisolía, presidente también del Consejo Valenciano de Cultura, quizá tenga más cargos, ha lamentado que se maltrate a Jorge Bellver, concejal de Urbanismo del ayuntamiento de Valencia. El maltrato al que se refiere, según información que publica el diario Las Provincias, firmado por Paco Moreno, es la decisión de la Audiencia Provincial de desestimar el recurso de Bellver y abrir oral para establecer si prevaricó o no al autorizar el aparcamiento junto al jardín de Monforte.
Hay que decir que el jardín de Monforte, tal como fue concebido, está en peligro, porque el citado Bellver tiene el malvado propósito de desvirtuarlo sustituyendo un muro por una verja. La excusa es que la vegetación tiene humedad por culpa del aparcamiento al que se refiere el juicio. Hay que añadir también que junto a Santiago Grisolia, también han votado a favor de semejante despropósito Manuel Ángel Conejero, Enrique García Asensio y Luis Prades, todos ellos miembros del Consejo Valenciano de Cultura. Como nota curiosa cabe destacar que Santiago Grisolía invitó a Fernando Villalonga a formar parte de dicho Consejo.
La utilidad de este organismo para los valencianos es muy cuestionable, puesto que suele posicionarse a favor de quien nombra a sus miembros y no de quien les paga, que es el pueblo. Son famosas las polémicas del propio Grisolía con Marco Molines, abogado este que tomó sobre sus hombros la tarea de defender la legalidad en el caso del Teatro Romano de Sagunto. Ha ganado todos los pleitos sobre este caso, lo que demuestra que tiene razón. Pero Grisolía le ataca porque la voluntad de Marco Molines, refrendada por todos los jueces, uno tras otro, no concuerda con la del poder político. Al menos en estos casos, cuando las decisiones de los jueces no concuerdan con los deseos del poder político, Grisolía está de parte de este último.
Y queda una pregunta: ¿Qué beneficios les reporta a los ciudadanos el Consejo Valenciano de Cultura? Porque si se dedica a cuestionar a los jueces, más vale dedicar el dinero que cuesta a otras necesidades realmente perentorias.
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