La ONU fue fundada en 1945 para promover la paz mundial, la justicia y el orden internacional. Sin embargo, las naciones que la componen, y especialmente las más poderosas, prosiguen con sus egoísmos nacionales, con su interpretación interesada de la actualidad mundial. En este orden de cosas, la ONU no sirve más que como pretexto, en aquellos casos en que se pretende que algo presente apariencia de legalidad, y para que algunos personajes se embolsen grandes sueldos y viajen a costa de los trabajadores del mundo.
Los próximos tiempos se prevén muy complicados a causa de la crisis mundial, del hambre endémica, y del descontento de gran parte de la población mundial que ha comenzado a generar revueltas en algunos países, sin que la ONU tenga autoridad, porque no se la ha ganado, para resolver nada, puesto que no en todos los casos similares actúa igual.
En el caso del Sahara Occidental, por ejemplo, la ONU es inoperante, dado que algunos de los países más poderosos optan por apoyar a la potencia ocupante, por más ilegal que sea esta ocupación.
En Marruecos hay una dictadura tan atroz como en Libia, y esta dictadura tan brutal como todas es la que ocupa ilegalmente el Sahara Occidental, con cuyos habitantes no tiene miramientos de ninguna clase. Y puede actuar así porque algunos de los países más poderosos, precisamente los que han optado por intervenir en Libia, se lo consienten. En estas condiciones la situación no se va a resolver nunca, porque los saharauis han demostrado suficientemente que saben resistir. La razón da mucha fuerza. Por otro lado, si el pueblo saharaui fuera aplastado, le sobreviviría la leyenda. La ONU no debe seguir tonteando y rigiéndose por los intereses de los poderosos, sino que debe recuperar el protagonismo que le corresponde, dando la razón a quienes la tienen y obligando a que se cumpla la resolución.
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