La Sanidad valenciana, y se puede presumir que la todas o casi todas las Comunidades Autónomas, está en situación de quiebra. Enfermar hoy en día constituye una preocupación mucho más grande que tiempo atrás. Es improbable que se atienda del mismo modo que en ese tiempo pasado a quien le ocurre. En el campo de la Sanidad se puede decir que todo tiempo pasado fue mejor.
El hecho de que el fracaso sea general, cosa que lleva a la convicción de que las competencias de Sanidad, junto con algunas otras, no debieron ser transferidas a las Comunidades Autónomas, no debe impedir otro tipo de reflexiones locales. A la vista de que los proveedores de la Sanidad valenciana tardan mucho en cobrar, cabe pensar si no hubiera sido más decente pagar lo que se debe antes de construir la nueva Fe, este hospital que debe de haber costado una muy grande cantidad de dinero, que se ha inaugurado a toda prisa y que todo apunta a que añoraremos la vieja, la que ha sido sustituida y que ahora está en situación casi de abandono.
No hace mucho, cuando ya estábamos en crisis y los políticos españoles seguían derrochando, ajenos a ella, temíamos que el Estado del Bienestar se fuera al garete ante tanta insensatez. Puede decirse que ha ocurrido eso y en un plazo mucho menor del previsto.
No obstante, el gobierno de Camps tiene dinero para otros caprichos, mucho menos urgentes que el pago a los proveedores, como la cafetería de lujo de las Cortes Valencianas y la subvención de las comidas de los diputados, Sus Señorías, el aeropuerto de Castellón, y la correspondiente subvención a la operadora, el puente de Madera, la Academia Valenciana de la Lengua, un departamento con más de cien funcionarios dedicado a cuestiones electorales y de propaganda del partido, el Consejo Valenciano de Cultura, siempre al servicio del partido en el poder, etc.
El trato a los enfermos no es prioritario, por lo que se ve.
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