Los altos ejecutivos y los políticos, sectores en los que se encuentran los principales artífices de la burbuja inmobiliaria española, no sienten la crisis con la misma intensidad que los demás ciudadanos. Tampoco les afectará en la misma medida el cierra de una cadena caracterizada por sus bajos precios.
Los altos ejecutivos han reaccionado a la crisis como saben: reduciendo plantillas. Aunque algunos de ellos hubieran tomado anteriormente excesivos riesgos, poniendo en peligros sus empresas, han conservado sus puestos de trabajo. Muchas de esas empresas que han reducido plantilla por necesidad, o que han aprovechado el abaratamiento del despido para desprenderse de parte de su personal, luego recurren a la subcontratación para llevar a cabo sus trabajos.
Los políticos no han reaccionado ante la crisis como los altos ejecutivos que han adelgazado sus empresas, sino que lo que han hecho ha sido bajar los sueldos de otros para adelgazar las facturas del Estado. De modo que en España los funcionarios cobran menos, los jubilados cobran menos, los parados cobran menos, y los que todavía no están parados temen estarlo mañana. ¿Quién puede comprar en estas condiciones? ¿Qué tiene de extraño que cierren los comercios?
Si se redujera el número de políticos a la cuarta parte España iría mejor. ¿Qué mejor? Mucho mejor, con tres cuartas partes menos de políticos los ciudadanos sólo tendríamos que pechar con las burradas del 25% restante. Tal ahorro en disparates se notaría mucho, y de nóminas de políticos, asesores, chóferes, visas y demás, se notaría en el capital circulante.
Merkel obligó a Zapatero a ahorrar, pero no le dijo de dónde. El presidente del gobierno debió cortar el derroche de los políticos. Recortar los sueldos de quienes no tienen culpa, en Educación y en Sanidad, no es lo adecuado. Veremos cuántos comercios quedan en pie en 2012.
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