sábado, 2 de abril de 2011

Rubalcaba y Eguiguren, las dos caras de la misma moneda

Mientras uno lanzaba la consigna ¡merecemos un gobierno que no nos mienta!, el otro negociaba con ETA. Es curioso que Zapatero hable del dedazo con el que fue elegido Rajoy. Por más perrerías suyas que salgan a relucir se considera mejor que cualquiera del PP. Pero los ciudadanos no necesitamos uno que se crea mejor, sino uno que intente ser mejor. Es difícil que Zapatero comprenda esto. Pero ya que ha anunciado su retirada cabe preparar su epitafio político: Tú descansas y nosotros también. Nada nuevo por otra parte, pero ¿pero para qué buscar algo nuevo teniendo a mano algo que va tan bien?
Las revelaciones que han sacado a relucir las andanzas de Eguiguren aportan una nueva luz a aquel nombramiento de Gregorio Peces-Barba que tanto irritó a la víctimas del terrorismo. Conviene recordar también que cuando María Jesús González e Irene Villa (¡qué entereza la de estas dos mujeres!, ¡qué ejemplo para todos!), fueron recibidos en audiencia por el nuevo presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, éste les dijo: Os entiendo porque a mí también me mataron a mi abuelo. Esa falta de empatía hacia las dos mujeres fue sintomática.
En estos momentos hay que temer que se acabe legalizando a Sortu. La politización de la justicia, algo que jamás debió suceder, lleva a pensar que pueda ocurrir. Se entiende el enojo de Irene Villa y de las víctimas del terrorismo ante esa posibilidad. Los medios pro gubernamentales, cuyos argumentos sobre esta cuestión son muy inferiores a los de Aurelio Arteta, también publicados en la prensa, preparan el terreno para que se dé este supuesto, de manos de ese Tribunal Constitucional al que ya no respeta nadie en España. Este tribunal está suficientemente desacreditado, de modo que si opta por legalizar al partido afín a los etarras bajará unos cuantos escalones más.
Urge un cambio total en la configuración política de España. Hay que traer la democracia de una vez por todas, dejando de lado este simulacro que padecemos.
'Perdurablemente anfetamínico'

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